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Hace muchos años, acepté la propuesta de escribir anónimamente un capítulo de un libro para un administrador de un hospital adventista. Ese hombre estaba participando en una obra de autoría conjunta, y su parte consistía en escribir un capítulo sobre las contribuciones adventistas a un campo específico bajo estudio.

Un día, mientras yo (todavía adventista) me reunía con ese señor para hablar sobre los detalles del capítulo y de las fuentes de información que iba a necesitar, la conversación cambió —no tengo memoria de cómo ni por qué— al tema del aborto terapéutico. El administrador me dijo que el aborto terapéutico es necesario como medio para ayudar a grupos de la población con menos recursos. Por ejemplo, me dijo, suponga que hay una adolescente embarazada de 15 años que viene de una familia afroamericana empobrecida del sur de los Estados Unidos. Siendo soltera, es muy probable que ella no tuviera manera de apoyar a su niño económicamente y sin duda abandonaría sus estudios. Explicó que el aborto terapéutico prevendría la adición de otro niño a las listas de asistencia pública; permitiría que la adolescente tuviera la oportunidad de terminar sus estudios en la escuela y estuviera capacitada para conseguir trabajo. Además, libraría a su familia de la carga adicional de no sólo cuidar de ella, sino también de su bebé. El aborto terapéutico, concluyó con convicción, era un servicio necesario para proteger la calidad de vida y evitar que el estado tuviera que subvencionar a un número de familias cada vez mayor.

Su argumento me impactó; en realidad, esa conversación fue la única que tuve con él que todavía recuerdo claramente de nuestra colaboración, y recuerdo que pensaba que tenía sentido, aunque sabía que no resolvía todos los argumentos contra el aborto terapéutico. Sin embargo, su pensamiento encajaba bien con mi entendimiento adventista de la vida y los niños no nacidos.

Pero desde ese día, he pensado en más profundidad sobre cómo el aborto terapéutico afecta a la madre que sacrifica a su bebé de esa manera. Al igual que un padre o una madre que nunca supera la muerte de un hijo de cualquier edad, una madre que tiene un aborto terapéutico siempre cargará la memoria del hijo o de la hija que fue parte de ella. Es más, las mujeres para quienes los abortos se convierten en un medio de anticoncepción no pueden evitar suprimir sus instintos maternos. El aborto terapéutico no sólo es una decisión que convierte en víctima a la persona más indefensa de todas, sino que también afecta las emociones y las reacciones de la mujer cuando ella cría a sus futuros hijos.

Quizás el aborto terapéutico es el «último» recurso para manejar la reputación en circunstancias extremas; posiblemente los que observan a la mujer sin saber su situación nunca piensen que ella ha comprado su éxito al costo de un dolor y una vergüenza que destrozan el alma. Pero según el adventismo, donde se define la vida como cuerpo más aliento iguala un alma viva, se explica y se justifica ese dolor sin resolver el problema de la culpa con la cual carga la madre. Sólo el evangelio puede ministrar a su sufrimiento continuo.

En esta edición de ¡Proclamación!, vamos a investigar las maneras en las que el adventismo puede contribuir a la crianza hiriente y cómo el evangelio nos transforma, aun si no tenemos buenos modelos humanos. Vamos a explorar cómo la doctrina adventista de la naturaleza del ser humano apoya una cultura de abortos terapéuticos profundamente arraigada, que se esconde justo debajo del conocimiento de los miembros pero que se permite florecer dentro de la comunidad médica.

Vamos a explorar cómo la doctrina adventista de la naturaleza del ser humano apoya una cultura de abortos terapéuticos profundamente arraigada.

Lisa Winn comparte su historia de cómo Dios le quitó el ídolo de ser la madre perfecta y renovó su capacidad de amar a su pequeño hijo. Nicole Stevenson escribe cómo el evangelio cambió sus ideas de cómo manejar a sus hijos y su reputación; y Mary Seeley Stockler revela la disonancia, el dolor y la alegría que ha sentido mientras el Señor Jesús la ha transformado por medio de Su evangelio; y cómo ha rescatado tanto a ella como a sus hijos de su ambiente potencialmente mortal en el SDA Reform Movement.

Amy Herwig, una madre que educa a sus tres hijos en el hogar y que nunca ha sido adventista, comparte con nosotros cómo vivir bíblicamente para que nuestros hijos aprendan a amar la Biblia desde una tierna edad; y yo doy una enseñanza sobre la historia del aborto terapéutico en el adventismo y demuestro cómo y por qué crece con fuerza sin que mucha gente se entere. Por supuesto, tenemos artículos de nuestros columnistas de siempre, Rick Barker, Chris Lee, Carolyn Macomber y nuestro pastor, Dale Ratzlaff.

Oramos que mientras usted lea, el poder del evangelio del Señor Jesús lo/la transforma con la realidad de Su perdón, Su vida y Su verdad. Sólo en Él se encuentra la plenitud de la alegría.