Colleen Tinker

 

El mes pasado hemos experimentado el sufrimiento y la muerte muy de cerca. Primero, el 27 de marzo asistimos al funeral de Janice Vandiver, la hija de Gary y Elizabeth Inrig. Recientemente, Gary cedió el puesto de pastor principal de la iglesia Trinity en Redlands, California, y Elizabeth el de la pastora de mujeres. Nos conmovió mucho, y nos fortaleció escuchar a Gary y a su hijo Stephen mientras nos recordaron que las promesas de Dios son seguras y que Su fidelidad nunca falla, aun cuando afrontamos más de lo que podemos aguantar. Nuestro Padre permanece con nosotros y nos apoya.

Luego, el 4 de abril, pasé todo el día en la sala de emergencia con mi madre, a quien finalmente internaron en la unidad de cuidado cardíaco con la frecuencia y el ritmo cardíaco violentamente descontrolados. Esto sucedió tres semanas después de sufrir una fractura de la columna vertebral al nivel T8. Tres días más tarde, estaba con ella y una amiga suya de confianza cuando ella decidió que no quería, aunque fuese recomendado, que le instalaran un estimulador cardíaco.

Mientras escuchaba a mi mamá decir que, si ese era su tiempo, estaba lista para irse , pensaba en el Salmo 139:16b: «…todo estaba ya escrito en Tu libro; todos mis días se estaban diseñando, aunque no existía uno solo de ellos». Entre las tres personas no había ni drama ni temor, y me di cuenta de que Dios ya sabe cuándo se llevará a mi madre a casa, es decir, a Si Mismo. Si Dios todavía tiene algo para que ella haga, la va a sostener con o sin un estimulador cardíaco.

El sufrimiento y la pérdida de nuestros seres queridos —y la nuestra—, no carece de sentido. A causa del Señor Jesús, nuestras vidas —e incluso nuestro sufrimiento—, son redimidas para Su gloria y nuestro bien. Es más, puesto que Jesús rompió la maldición de la muerte con Su sacrificio perfecto y aceptable por el pecado de la humanidad, los que se arrepienten y creen en Él tienen la garantía de la vida eterna en Su presencia, ¡y tenemos la garantía que nuestros cuerpos serán resucitados incorruptibles!

Entonces, ¿qué papel juega Antíoco Epífanes en esta conversación?

El Señor Jesús pulveriza la doctrina principal del adventismo. Su sangre nunca contamina el santuario con nuestro pecado.

La doctrina central adventista, el juicio investigativo (JI), enseña que la abominación desoladora que contamina el santuario es el pecado de los que proclaman a Jesucristo. Este pecado, según la iglesia adventista, ha sido llevado al santuario celestial por la sangre de Jesús, y los pecados permanecen allí hasta que Jesús cumpla Su investigación del caso de cada uno, y colocará todos los pecados confesados de los salvos sobre Satanás, el chivo expiatorio. Después, Satanás cargará estos pecados al lago de fuego y será castigado por ellos.

Es obvio que esta doctrina dice que es la misma sangre de Jesús la que contamina el santuario celestial. Este Jesús no cumplió con la expiación en la cruz, sino que sigue «aplicando Su sangre» en una expiación continua durante el JI. Este Jesús no fue lo suficientemente poderoso para salvarnos completamente por medio de Su obra en la cruz, ni fue lo suficientemente poderoso para romper los lazos de la muerte mediante la vida que estaba en Él.

Pero en la cruz, el Señor Jesús sí hizo todo lo necesario para nuestra salvación, y resucitó de la muerte porque Él es Vida. Su vida resucitada y victoriosa es la razón por la que podemos nacer de nuevo y pasar, en ese preciso momento, de la muerte a la vida. Es más, cuando Él regrese, Su resurrección garantizará la nuestra.

El Señor Jesús pulveriza la doctrina principal del adventismo. Su sangre nunca contamina el santuario con nuestro pecado; Su sangre siempre nos limpia de nuestro pecado.

Entonces, ¿quién contaminó el templo haciendo necesaria su limpieza en Daniel 8:14? ¡Antíoco Epífanes! Dale Ratzlaff expone esta información histórica en su artículo en esta edición. También en esta edición, Scott Blakey escribe del significado y del misterio de la resurrección.

Paul Carden comparte su historia de cómo descubrió la realidad escondida del adventismo, y Martin Carey responde a la crítica de sus artículos sobre la formación espiritual. Charles Cochran comparte su historia de fe, y también leemos artículos de nuestros columnistas regulares, Rick Barker, Carolyn Macomber, y Chris Lee.

La resurrección de Jesús cambió toda la historia. Nuestra mortalidad no es nuestra identidad cuando estamos en Él. Tenemos paz con Dios; ni siquiera la muerte puede separarnos de Su amor. ¡Él ha resucitado!