Como cristianos, somos instruidos a someter «todo a prueba», aferrarnos a «lo bueno», y evitar «toda clase de mal» (1 Tesalonicenses 5:21-22). También debemos seguir «luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos» (Judas 3). Pero a veces, a pesar de nuestros esfuerzos e intenciones más sinceros, es posible que seamos sometidos a una forma de ceguera. Le doy gracias a Dios que, aunque la ceguera pueda ser continua, y aún profunda, no es necesariamente incurable.

Aquí quisiera compartir con ustedes mi sanación de esta ceguera.

La apologética me cambió

Me enteré por primera vez de la apologética contra-sectaria cuando estaba en la escuela secundaria. Un día lluvioso, encontré The Kingdom of the Cults (El reino de las sectas) en la estantería de un amigo, y lo que revelaba sobre los mormones, los testigos de Jehová, la ciencia cristiana y otros grupos. Este libro cambió mi vida.

Pero tengo que admitir que el autor, Walter Martin me anestesió. Martin, el fundador legendario del Christian Research Institute, el auténtico «hombre de las respuestas bíblicas», el padrino del movimiento contra-sectario, me había anestesiado porque el libro contenía un apéndice de 63 páginas llamado «el enigma del Adventismo del Séptimo Día», en lo que intentaba explicar que en alguna forma el adventismo, aunque problemático, existía teológicamente fuera de los límites del «reino de las sectas». A lo largo de varios años, traté de leer ese apéndice varias veces. Me da vergüenza admitirlo, pero sin excepción y cada vez que lo intentaba, mis ojos se ponían vidriosos.

Mientras tanto, por tres años asistí a las clases muy concurridas de Walter Martin los domingos por la mañana en el Melodyland Christian Center antes de empezar a trabajar para él, absorbiendo todo lo que él decía sobre las sectas, el discernimiento y la defensa del Evangelio. De vez en cuando, Martin se tomaba la molestia de llamar a sus amigos que eran adventistas cristianos para hablar en sus clases sabatarias, etcétera. Sus comentarios eran como su insignia de tolerancia.

En un nivel más personal, había dicho que los médicos adventistas habían prolongado, si no salvado su vida. Aún me envió a un médico adventista para mis vacunas antes de mi primer viaje al África en 1981.

Treinta años atrás, raras veces el adventismo salía en las noticias, salvo el escándalo de Davenport y Walter Rea en The White Lie. Aun así, el movimiento adventista parecía raro pero no ominoso; enigmático, pero no malévolo. Y siempre sabía esto: que frente a la oposición Walter Martin, ¡el primer hombre de respuestas bíblicas!, había declarado que el adventismo no era una secta. Prácticamente, él había arriesgado su reputación con esta declaración. Y sea lo que sea el adventismo, su opinión era suficiente para mí. Tenía otros asuntos teológicos más importantes que hacer.

Es más, como investigador de las sectas, había oído de grupos para ex mormones, ex testigos de Jehová, ex miembros de la ciencia cristiana y ex seguidores de Armstrong, pero nunca había oído de ningún grupo de ex adventistas. En realidad, tampoco conocía a ningún adventista. Sin duda, esto significaba algo.

Si no estamos dispuestos a afrontar los errores del adventismo, entonces debemos cuestionar nuestro compromiso a lo que Dios ha revelado en Romanos, Gálatas y Colosenses. Si esos errores eran mortíferos en esos días, son mortíferos ahora.

Comida adventista reconfortante

A mediados de la década de los 1980, me trasladé a Sudamérica para empezar una organización equivalente al Christian Research Institute. A mi disgusto, muy pronto se hizo evidente que el personal de la organización se oponía fervientemente al adventismo. Aprendí que los adventistas brasileños participaban activamente en el proselitismo de los cristianos evangélicos y se jactaban abiertamente cuando ganaban «trofeos», o sea pastores cristianos que se convirtieron en adventistas. Yo descarté esto porque pensaba que era una forma de cómo la religión mutaba. También, si usted puede creerlo, aunque finalmente cedí a los investigadores brasileños que trabajaban con la organización y permití que un ex pastor adventista (un chileno llamado Raúl), diera lecciones en algunos de nuestros seminarios, todavía no entendía el problema.

Vi la película Cry in the Dark, sobre Michael y Lindy Chamberlain, la pareja adventista de Australia sospechada de haber asesinado a su hijo y de ser una clase de cultores del diablo, pero sabía que eran tonterías sensacionalistas.

Mientras tanto, mis primeros dos hijos nacieron en el hospital adventista de São Paulo en Brasil. Es más, comprábamos del mercado adventista y comíamos con mucho gusto la crema de cacahuate y la miel, además de comer frecuentemente en el restaurante vegetariano adventista, Superbom. Otra vez, como apologista e investigador de las sectas, siempre pensaba que «donde hay fumo, hay fuego», pero realmente no detectaba nada más que «un olor poco húmedo y mohoso». Además, los expertos decían que el adventismo era un tema sobre lo que la gente razonable podía diferir.

Cuando regresé al Christian Research Institute en California a fines de la década de los 80, me enteré de que mi colega, Ken Samples se había reunido personalmente con varios académicos adventistas y producido dos artículos influyentes declarando que el adventismo venía en tres «sabores» distintos… pero todavía no cumplía con los requisitos para la definición operativa de una secta. Otra vez, me habían anestesiado en un estado de apatía.

Cruzar el umbral

Dejé de trabajar con el Christian Research Institute en 1995. Tres años después, el video Seventh-day Adventism: The Spirit Behind the Church fue publicado. Pensé que estuvo bien hecho y algunas partes eran fascinantes y aún perturbadoras. Pero según recuerdo, todavía me encontraba extraña y profundamente indiferente; ciertamente nada me provocó a actuar.

Ese mismo año, fui a Chicago para asistir a la conferencia nacional de Evangelical Ministries to New Religions (EMNR). Uno de los expositores era Dale Ratzlaff. Su exposición calma y sistemática sobre el adventismo, y el hecho de que él mismo era ex adventista, me obligó a incorporarme y prestar atención de modo nuevo y distinto. Me di cuenta de que nunca había entendido muy bien el adventismo.

Unos años más tarde, una fundación me pidió que yo invitara a varios líderes de otros ministerios cristianos evangélicos de discernimiento para hacer presentaciones para su personal. Me acordé de Dale, e hice los preparativos para que Dale y Carolyn y otra pareja, Richard y Colleen Tinker, hablaran una mañana. Después, todos fuimos a almorzar juntos. Y ese tiempo de conversación preparó el terreno para que finalmente yo cruzara el umbral.

En el 2007, visité a Richard y Colleen Tinker en su casa, acompañado del director ruso de nuestro ministerio, Pasha Stolyarov. Richard y Collen respondieron con paciencia a mis preguntas, hora tras hora, mientras intentaba ver si el adventismo cabía histórica, cultural y teológicamente en las categorías que me ayudarían a determinar con certitud si se trataba de un movimiento meramente marginal o de algo profundamente engañoso, aun destructivo. Al finalizar el día, el veredicto fue perturbador pero claro: el Adventismo del Séptimo Día distorsiona o niega casi todas las enseñanzas clave de la fe cristiana histórica. Aunque la fachada es benigna, el diablo está en los detalles.

La Iglesia Adventista del Séptimo Día dice que es la iglesia remanente especial de Dios para los postreros días, guiada por la profetisa especial de los últimos días, Ellen G. White.

Junto con sus extrañas creencias no bíblicas sobre la Trinidad y la persona y la obra de Jesucristo, el tema de «la Gran controversia» y el Juicio Investigativo, y la cantidad increíble de material que Ellen White simplemente inventó, concluyo que el adventismo….

  • confunde la ley y el evangelio
  • niega la doctrina bíblica del infierno
  • dice que Satanás es el portador del pecado para todos los cristianos
  • emplea la versión engañosa de la Biblia, The Clear Word.

Si no estamos dispuestos a afrontar los errores del adventismo, entonces debemos cuestionar nuestro compromiso a lo que Dios ha revelado en Romanos, Gálatas y Colosenses. Si esos errores eran mortíferos en esos días, son mortíferos ahora. No son simplemente unas abstracciones sobre las que podemos desacordar cortésmente. Si se cree la Biblia, hay almas en riesgo, y no podemos, ni debemos, guardar silencio.

Estoy convencido de que los cristianos evangélicos alrededor del mundo necesitan urgentemente un resumen directo de las doctrinas adventistas tóxicas y su impacto en los que las siguen.

Cada persona adventista necesita el evangelio bíblico. El adventismo institucional que los amarra con cadenas espirituales debe ser expuesto de manera responsable, y ser resistido consistente y concienzudamente. Si amamos la verdad, vamos a oponernos a los errores del adventismo, usando todos los medios disponibles y apropiados. Y si amamos la verdad, vamos a amar a la gente adventista lo suficiente para decirle la verdad, con humildad, convicción y compasión.

Doctrinas no bíblicas

¿Qué es lo que separa el Adventismo del Séptimo Día de la cristiandad bíblica hoy en día? Hay muchas áreas de conflicto serio, pero hay tres que se destacan:

  • Ellen G. White. Considerada «la mensajera del Señor» y «el espíritu de profecía», la señora White es esencial para el adventismo. La naturaleza de su papel como «una fuente continua y autoritativa de la verdad» para la iglesia (según la Creencia Fundamental adventista número 18) exige que evaluamos sus afirmaciones con las pruebas de todos los profetas (como en Deuteronomio 18:21-2). La señora White escribió copiosamente, diciendo que Dios le había dado visiones del pasado, del futuro y aun de los habitantes sonrientes y piadosos de otros planetas. Aunque ella no se equivocaba en todo, sus revelaciones no sólo contradicen la Biblia, sino que también su misma palabra. A veces socava la divinidad de Jesucristo, indicando que como ser humano tenía una naturaleza pecaminosa, y declara que Su obra expiatoria en la cruz fue incompleta. La señora White también impone una carga inaguantable, y fundamentalmente no bíblica, sobre sus seguidores al afirmar la justificación por medio de las obras. Es más, dice que la enseñanza de que la justicia imputada de Jesucristo cumple los requisitos de la ley es «un gran engaño» (Signs of the Times, Febrero 25, 1897, párrafo 7). Ahora sabemos que ella plagió una gran cantidad de material en sus escritos supuestamente inspirados, algo que los líderes adventistas han intentado reprimir.
  • El Juicio Investigativo. Inmediatamente después de «la Gran decepción» de la predicción fracasada de Miller de 1844, un adventista llamado Hiram Edson dijo que había recibido una visión que clarificó el verdadero significado de la predicción. En vez de la Segunda Venida de Jesucristo, el período cumplido de los 2.300 días de Daniel 8:14 señalaba la transición de Jesús de un compartimiento del santuario celestial al próximo. Los adventistas explican que Él hizo esto para iniciar un «juicio investigativo» de larga duración de los cristianos profesantes. Esta nueva doctrina enrevesada, que no tiene ningún apoyo bíblico, fue destinada a resolver un problema, pero en cambio desencadenó una multitud de dificultades. Los adventistas piadosos viven con el temor de perderse eternamente porque piensan que Jesús sólo los defenderá si se les encuentra dignos.
  • La Iglesia remanente. El adventismo enseña la idea elitista de que es la iglesia verdadera retratada en Apocalipsis, capítulo 12. Naturalmente, esto quiere decir que las otras denominaciones son apóstatas, y que carecen de «la plena verdad»; esto les da licencia para buscar prosélitos entre los cristianos evangélicos, a menudo por medio de técnicas de ocultación como «los seminarios Revelation».

El amor no es silencio

El amor no es apatía. El amor no es silencio. Cuando yo no sabía, no podía amar como debía de amar; pero ahora que entiendo, no tengo otra opción. Ninguno de nosotros que reconoce la profundidad del engaño en la iglesia adventista tiene otra opción.

Tal vez en su mente y su corazón, usted más o menos toma la misma posición que yo tomé por tantos años. Si usted está en una encrucijada, quizás este artículo es una señal indicadora para guiarlo en su camino.

Hermanos y hermanas, tenemos que hacer caso a las Escrituras y probar todas las cosas; debemos defender la fe encomendada una vez por todas a los santos.

Y un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse. Así, humildemente, debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos a su voluntad (2 Timoteo 2:24-26).

La revelación de estas enseñanzas y las consecuencias de ellas, y el ofrecimiento del antídoto bíblico, es el núcleo de la obra vital de Life Assurance Ministries (LAM). Dios usó LAM para ayudarme a vencer mi deficiencia de discernimiento y mi falta de comprensión y compasión.

Me ha llevado tiempo reconciliar las distintas estrategias para hacer frente al adventismo institucional y a los adventistas individuales, así que mi decisión de unirme al movimiento de resistencia no ha sido precipitada ni agradable; pero no he tenido otra opción.

Entiendo el escepticismo de alguien que cree que los problemas del adventismo realmente no son importantes. Después de todo, hay un movimiento mundial con un enorme sistema de escuelas, un tremendo esfuerzo mundial de publicación y una red única de facilidades médicas. ¿Es posible que alguien tan innegablemente admirable como el Doctor Ben Carson sea un tipo raro o el miembro de una secta?

Pero aquí tenemos la verdad incómoda: tener mucha estima por el adventismo como un sistema o por la iglesia Adventista del Séptimo Día como una institución generalmente corresponde a ser menos preocupado por el sufrimiento de las millones de personas que tan a menudo y fácilmente son dañadas por ello.

He llegado a la conclusión que el Adventismo del Séptimo Día, como un sistema, es profundamente herético e innegablemente sectario. No es una iglesia normal. Sin embargo, la Biblia nos enseña cómo proceder.

El apóstol Pablo escribe a Timoteo en su primera carta que, a diferencia de los que «enseñan doctrinas raras», «el amor brote de un corazón limpio, de una buena conciencia y de una fe sincera» (1 Timoteo 1:5).

Pablo escribe más a los gálatas: «Me asombra que tan pronto estén dejando ustedes a quien los llamó por la gracia de Cristo, para pasarse a otro evangelio. No es que haya otro evangelio, sino que ciertos individuos están sembrando confusión entre ustedes y quieren tergiversar el evangelio de Cristo» (Gá 1:6-7).

También dice: «No nos cansemos de hacer el bien, porque a su debido tiempo cosecharemos si no nos damos por vencidos» (Gá 6:9).

Finalmente, exhorta a Timoteo que «…un siervo del Señor no debe andar peleando; más bien, debe ser amable con todos, capaz de enseñar y no propenso a irritarse. Así, humildemente, debe corregir a los adversarios, con la esperanza de que Dios les conceda el arrepentimiento para conocer la verdad, de modo que se despierten y escapen de la trampa en que el diablo los tiene cautivos, sumisos a su voluntad» (2Ti 2:24-26).

Que Dios nos conceda el valor, y ciertamente la claridad de visión, para actuar en obediencia a lo que Él ha revelado tan abiertamente.

 

Adaptado de un mensaje presentado en la conferencia para ex adventistas de 2013 en Redlands, California.


Paul Carden es director ejecutivo de The Centers for Apologetics Research. Ha dedicado más de 30 años de su vida a la investigación relacionada con las sectas, y el alcance en América Latina, África, el este de Europa y la antigua Ulcarden3nión Soviética. Por 15 años, trabajó con Walter Martin en el Christian Research Institute, pasando seis años en Brasil y seis como co-anfitrión del programa de radiodifusión en directo llamado «Bible Answer Man». También es el redactor general de varios folletos de apologética producidos por Rose Publishing, y sus artículos han aparecido en una variedad de publicaciones de misiones y de ministerios. Él y su esposa Lisa tienen cuatro hijos.