Colleen TinkerUna de mis posesiones favoritas es un florero de cerámica que uno de mis colegas formó alrededor de 1980 cuando yo estaba trabajando como maestra en la academia Gem State en Idaho. Frank era el director del coro de la academia, pero también era un alfarero experto. Mi primera experiencia en ver un trozo de arcilla convertirse en un objeto de arte fue con él, mientras trabajaba en su torno de alfarero.

Vestido en su blusón color arcilla, Frank tomó unos trozos de arcilla mojada y los colocó en su torno. Mientras controlaba la velocidad de giro con el pie, sus manos modelaron con destreza vasijas de toda forma y tamaño de la masa de arcilla amorfa: vasijas con cuellos altos y delgados y bordes perfectamente formados; ollas amplias grabadas con líneas talladas por la uña de Frank mientras giraban en el torno; macetas pequeñas y tazas. A veces el recipiente salía torcido, y al suceder esto, Frank presionaba la arcilla en un bulto sin forma y empezaba de nuevo.

Pero cuando el objeto había sido formado, el trabajo de Frank no estaba terminado todavía, aunque para mí, las vasijas parecían casi milagrosas al salir del torno. Donde antes había sólo barro, de repente aparecían piezas de arte elegantes y con una simetría perfecta. Para el alfarero, todavía eran objetos nuevos que necesitaban madurar. Si no se les daba más tratamiento, con el tiempo estos recipientes se desintegrarían hasta el polvo, y su belleza se perdería.colleensPot

En ese momento, Frank empezó el proceso de perfeccionar sus creaciones. Con cuidado, transfería los recipientes secos a un horno donde los sometía a un calor que incrementaba poco a poco hasta llegar a más de 1700º F (926º C). Durante este proceso, la arcilla cambiaba. Los materiales orgánicos en la materia se consumían, cualquier rastro de humedad se evaporaba, y la arcilla misma era sinterizada (sus moléculas empezaban a fusionarse). Sorprendentemente, faltaba mucho para que los recipientes estuvieran terminados. Aunque la arcilla se había endurecido, todavía no se había vitrificado, o sea, calentado al punto donde las moléculas empiezan a fundirse y a endurecerse formando una sustancia resistente como la piedra, impermeable al agua y resistente a la rotura. Pero las vasijas sinterizadas estaban listas para someterse a otra transformación que las haría únicas; habían madurado lo suficiente para recibir el esmalte.

Luego, el alfarero preparaba una mezcla de minerales y, dando pinceladas hábiles, aplicaba el color sobre la superficie de las vasijas, y pintaba con delicadeza diseños únicos que distinguían a cada una de las piezas. Estas creaciones, ahora bonitas, todavía no estaban terminadas. Regresaban al horno para el glaseado, esta vez para ser transformadas a temperaturas que iban desde los 2000º a los 2530º F (≈1100º a 1387º C). En este calor intenso, la arcilla se fusionaba, se vitrificaba, y el glaseado quedó curado.

Una vez que las vasijas se enfriaron, luego de ser sometidas a un calor intenso, el trabajo del alfarero finalmente quedó terminado. Las piezas terminadas se perfeccionaban en recipientes duraderos de cerámica que podían resistir el agua, el calor, el frío y los golpes fuertes sin perder nada de su belleza única. La naturaleza de las vasijas había sido transformada más allá de la superficie visible.

Cuando miro la vasija que Frank fabricó para mí, me doy cuenta de que él mismo diseñó, formó y realizó la obra. Lleva su insignia creativa, y su firma está grabada en la base. Es significativo que la vasija no hizo nada para ayudar a Frank en el proceso hasta llegar a ser un recipiente maduro. Simplemente fue un objeto en las manos del alfarero.

Es significativo que la vasija no hizo nada para ayudar a Frank en el proceso hasta llegar a ser un recipiente maduro. Simplemente fue un objeto en las manos del alfarero.

En esta edición, examinamos cómo el Señor Jesús no sólo nos da una vida nueva sino también nos santifica, y todo esto sin nuestra ayuda. Ciertamente, Él nos prepara para que lo sirvamos, pero nuestra respuesta a Él es el resultado de Su obra en nosotros, y no la causa.

En nuestros destacados artículos, Martin Carey habla del papel de las disciplinas espirituales, Rick Barker explica que somos santificados por el Espíritu Santo y no por las obras de la ley, y Dale Ratzlaff describe lo que significa vivir como cristianos nacidos de nuevo bajo el nuevo pacto. Lisa Winn comparte su historia de fe, y Carolyn Macomber, Rick Barker, y Chris Lee contribuyen con sus columnas regulares.

Oramos que usted llegue a confiar en las manos del Alfarero mientras Él lo abraza y forma para Su gloria.