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«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso».

Ningún otro hombre pudo hablar palabras como éstas. Son suaves y majestuosas, y también son mortalmente serias.1 Aquí vemos una invitación dulce y sencilla con poder extraordinario, que habla directamente a nuestras almas. Miles de libros y sermones han sido escritos sobre este pasaje, y después de dos milenios, Jesús todavía hace esta oferta sumamente importante. Nuestra reacción a Sus palabras es cuestión de vida o muerte. ¿Qué es este «descanso» al que se refiere, y cómo es posible descansar cuando uno está bajo «el yugo» que Él manda?

Cuando oímos las palabras de Jesús para los espiritualmente cansados, queremos preguntarle: «¿Qué tenemos que hacer para realizar las obras que Dios exige?» (Jn 6:28). Cuando buscamos la respuesta en las Sagradas Escrituras, esperamos descubrir una vida más profunda; queremos experimentar el poder de Dios que sana nuestras almas. También buscamos la victoria sobre el pecado. Todavía culpables y necesitados, queremos saber qué más podemos intentar hacer para que se abra el almacén de bendiciones de Dios. Nos preguntamos: «¿Me he rendido y confiado plenamente? Y si la respuesta es “sí”, ¿cómo podría saberlo?». Otras personas aparentemente están felices y victoriosas, ¿por qué yo no?

Imágenes de victoria

Todos hemos aprendido que Jesús es nuestro ejemplo principal de la vida victoriosa. Pero cuando la victoria y el descanso nos eluden, nos preguntamos qué parte de Su vida no estamos imitando. Queremos saber nuestro papel, para que Dios haga Su parte. Sabemos que Dios ha prometido transformarnos conforme a la imagen de Jesús (Ro 8:29), pero cuando luchamos contra el pecado y la duda, somos tentados a cuestionar Su presencia con nosotros y la verdad de Sus palabras. Entendemos que para que Dios sea real en nuestras vidas, debemos oír Su voz. Así que buscamos los secretos para la victoria en otras fuentes, a veces afuera de la Biblia.

Todos tenemos una imagen mental de los criterios que definen el éxito espiritual. Por ejemplo, todos los días en los medios de comunicación, vemos el ícono universal de salud y éxito. El ícono es el joven hombre (o mujer bella) de buen estado físico que está solo en medio de la naturaleza con los brazos levantados, triunfando, dando la bienvenida al sol naciente. Es el Hombre Victorioso, ese luminoso ideal anónimo de la fuerza a la que aspiramos. Muchos libros sobre el desarrollo espiritual también presentan un ideal de la vida victoriosa y proclaman este mensaje básico: Dios quiere tener una relación maravillosa con nosotros, y si desarrollamos nuestras voluntades y habilidades en ciertas formas, los milagros serán posibles. Sin embargo, cada frenesí nuevo de actividades espirituales se convierte en una lucha seguida por el desaliento, el abandono de la lucha y una repetición del ciclo.

No escribo esto como para dar un modelo brillante de la vida victoriosa, porque he luchado y fracasado, pero también he visto que la misericordia de Dios nunca falla. Las palabras de Jesús nunca han cambiado, y son igualmente ciertas ahora: «Por consiguiente, queda todavía un reposo especial para el pueblo de Dios» (Heb 4:9). Tenemos que saber la respuesta para la pregunta: «¿Cómo podemos obtener este reposo sabatario?». Volvamos juntos a las Sagradas Escrituras para que Sus respuestas sean nuestro ciclo de centrifugado espiritual. En este estudio, vamos a examinar dos puntos de vista radicalmente distintos de Mateo 11:28-30. Primero, vamos a ver cómo dos autores cristianos prominentes han interpretado esta porción para erigir un sistema de transformación interna por medio de las disciplinas espirituales. Estos autores han sido apasionados sobre la vida de obediencia e intimidad con Dios. Luego, vamos a investigar el contexto más amplio de este pasaje y lo que revela sobre la verdad liberadora del yugo de Jesús.

La crítica de la formación espiritual

Dallas Willard y Richard Foster han dirigido el movimiento evangélico de la formación espiritual durante los últimos 35 años. Willard enseñó filosofía en la Universidad de California desde 1965 hasta su muerte reciente (este año a la edad de 77 años). Era ampliamente admirado por su intelecto poco común y su comportamiento de abuelo. Willard escribió muchos libros sobre la vida cristiana, incluyendo Spirit of the Disciplines (1988), y The Divine Conspiracy: Rediscovering Our Hidden Life in God (2010). Foster era un pastor cuáquero y autor exitoso que fundó el Renovaré Institute en 1988. Renovaré se describe como «una comunidad de cristianos buscando la renovación espiritual continua en Jesucristo».2 Foster presentó por primera vez al mundo evangélico su híbrido particular de la teología de formación espiritual en 1978 con su libro, Celebration of Discipline, vendiendo más de un millón de copias. Christianity Today lo ha llamado uno de los diez mejores libros del siglo veinte.

Juntos, como un equipo estrechamente coordinado, Willard y Foster han cambiado notoriamente el pensamiento de la corriente principal del cristianismo, y sus enseñanzas han penetrado casi todas las instituciones cristianas. Han dado a la iglesia evangélica el diagnóstico de la enfermedad del nominalismo, esa superficialidad insidiosa que ha desterrado la santidad real de nuestras iglesias. Creen que el nominalismo infecta a las iglesias que tienen servicios de alabanza muy estimulantes y que enfatizan la acción de «recibir a Jesús», pero que no dirigen a sus miembros hacia una relación profunda y transformadora con Dios. El nominalismo también tiene una forma liberal, donde los cristianos son más apasionados por la justicia social que para la renovación de sus propios corazones. Si la iglesia moderna no resuelve estos problemas fundamentales,3 advierte Willard, va a perecer.

Juntos, como un equipo estrechamente coordinado, Willard y Foster han cambiado notoriamente el pensamiento de la corriente principal del cristianismo, y sus enseñanzas han penetrado casi todas las instituciones cristianas.

A muchos de nosotros nos preocupa lo que vemos en la televisión cristiana y lo que vemos en los escenarios de algunas iglesias, por eso compartimos algunas de las mismas preocupaciones. Pero las críticas de Willard y Foster van mucho más allá del mero método o estilo. Cuestionan lo que ha sido el núcleo del evangelio original: la cruz de Jesucristo y el perdón de los pecados. Generalmente, los que escriben sobre la formación espiritual niegan que los primeros cristianos se enfocaran en la cruz o en «teorías de expiación» basadas en la cruz y el perdón de pecados.4

Willard ha definido el evangelio como «las buenas noticias de la presencia y la disposición de la vida en el reino, ahora y para siempre, por medio de la dependencia de Jesús el Consagrado».5 Según Willard, los primeros cristianos, en vez de abrazar un evangelio centrado en la cruz, eran como los Padres del Desierto, esos místicos del cuarto siglo que practicaban «el cristianismo experimental», y quienes vivían la vida de Jesucristo con las disciplinas espirituales. El cristianismo original vivía el evangelio verdadero, declara Willard, mientras los cristianos modernos se han distanciado de su ejemplo extraordinario. Actualmente, las iglesias conservadoras están estudiando la Biblia para determinar la exactitud doctrinal, lo que resulta en «un compromiso excesivo con la Biblia».6

En un artículo anterior, «Contemplar la oración»,7 describí a los Padres del Desierto que establecieron las tradiciones místicas de la iglesia cristiana, y di una breve historia de su filosofía y sus métodos. En los siglos tres y cuatro, miles de hombres y mujeres cristianos se retiraron al desierto egipcio para vivir en soledad o en pequeñas comunidades para practicar disciplinas rigurosas. Se privaron del alimento y del sueño, practicaron la castidad, y buscaron las palabras personales de Dios para ellos por medio de la meditación profunda. El objetivo de su estilo de vida ascética era la purga de la corrupción carnal para experimentar la presencia directa de Dios y, con el tiempo, ser dignos del cielo.

Multiplicando autoridades

En «Contemplar la oración», investigamos las raíces amplias de la filosofía griega en el movimiento moderno para la formación espiritual, los Padres del Desierto, la Contrarreforma del siglo dieciséis, y en las teorías psicológicas del siglo veinte.8 Estas distintas corrientes de religión y filosofía, tanto cristiana como pagana, han confluido en el movimiento místico actual, y son acogidas por los escritores actuales más populares de la formación espiritual. Esta influencia sincretista plantea unas preguntas inquietantes. En toda la literatura sobre la formación espiritual, encontramos una falta grave de apoyo bíblico para las disciplinas que estos autores consideran esenciales para el crecimiento espiritual. Richard Foster ha reconocido que Pablo y los apóstoles no enseñaron las disciplinas espirituales esenciales, porque no era necesario. Richard Foster explica:

En el primer siglo y antes, no era necesario dar instrucciones en «cómo desempeñar» las Disciplinas de la vida espiritual… Esas disciplinas fueron practicadas con tanta frecuencia y eran una parte tan importante de la cultura general que el «cómo desempeñar» era conocimiento común.9

Ese conocimiento común es «una sabiduría milenaria aprendida de la experiencia humana colectiva», dice Foster, y los escritores de la Biblia lo daban por sentado. Esperaban que sus lectores combinaran la Biblia con otras tradiciones religiosas. Por lo tanto, mientras hoy en día buscamos en la palabra de Dios para aprender los secretos de la vida y la santidad, nos dicen que Su palabra no es suficiente. Según esta forma de pensar, para lograr una experiencia cristiana profunda, uno tiene que buscar fuera de la palabra de Dios para «una sabiduría milenaria aprendida de la experiencia humana colectiva». El profesor del seminario Talbot, J. P. Moreland, concuerda, y dijo a la Evangelical Theological Society que nuestras iglesias tienen «un compromiso excesivo con la Biblia, de una forma falsa, irracional, y dañosa por la causa de Jesucristo», practicado como «una distorsión mezquina… grotesca, y a menudo, una distorsión ignorante del discipulado».10

Actualmente, los líderes evangélicos prominentes están criticando de la misma manera la adherencia fiel a sola scriptura. Tal como en la época de la Reforma, la iglesia afronta una crisis de autoridad. Nadie quiere ser mezquino e ignorante, pero si la Biblia no es toda nuestra guía y nuestra fuente de autoridad de la verdad espiritual, continuaremos siendo dispersados por una multitud de autoridades, y otras personas van a discernir por nosotros lo que es luz y lo que es oscuridad.

Un evangelio de la habilidad humana

La colección de sabiduría humana que abarca la formación espiritual también incluye las filosofías de la psicología moderna. La salud mental es un enfoque importante para este movimiento, haciéndolo casi idéntico al proceso de psicoterapia, especialmente al análisis junguiano. Los proponentes de la formación espiritual encontraron un alma gemela en el psicoanalista y místico Carl Jung, como vemos en los casos del monje trapense, Thomas Merton11 y del Padre Thomas Keating.12 «La cristiandad necesita ser “inteligente y poderosa”, escribió Willard, también un devoto de Jung; «necesita suficiente profundidad espiritual para abordar nuestros almas quebradas y nuestra “salud mental y emocional”». Desde esta perspectiva, la espiritualidad cristiana auténtica se combina con el conocimiento psicológico, y se basa en «la naturaleza de la personalidad humana y en las interacciones redentoras de Dios con ella».13 Willard dice que estamos quebrantados y que nuestros corazones, voluntades y cuerpos no funcionan en armonía, así como Dios los había creado. La buena noticia, según Willard, es que el alma humana tiene gran potencial espiritual que, en gran parte, no está desarollada.14 Este punto de vista concluye que al progresar en nuestro conocimiento íntimo de las profundidades de nuestro ser, tratamos también nuestro distintos dolores.

¿Qué es el espíritu? Para Willard, el espíritu, en fin, es Dios, quien es Espíritu y también es «el poder personal no encarnado» que es «una herencia común de la raza humana». Entonces, el Espíritu es «un reino ordenado» de poder personal poseído por todos.15 Aquí vemos un ejemplo de las raíces panteístas del pensamiento místico de Willard—todos poseen «una chispa divina». Thomas Merton, otro devoto de Jung, llamó esta chispa «un punto de la verdad pura… lo que pertenece completamente a Dios».16 Este «poder personal no encarnado» se despierta y se lo utiliza a favor del bien al vivir «la vida de Jesucristo», o sea, practicando las disciplinas espirituales. Por lo tanto, la formación espiritual es el proceso de aprender las profundidades de uno mismo y aplicar las disciplinas con regularidad para sanar las distintas partes de la personalidad. Mientras nuestros poderes espirituales naturales crecen con el ejercicio, la personalidad total se sana y se unifica, y la persona alcanza su potencial espiritual natural.

Dice Willard que la alternativa a la formación espiritual es la disfunción, y cita Romanos 7:19 para ilustrar el miserable alma disfuncional:

            De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero.

El hombre de Romanos 7, asevera Willard, está luchando entre su carne y su espíritu porque es un hombre espiritualmente disfuncional no transformado.17 Puede que haya sido avivado por el Espíritu de Dios, pero la lucha contra el pecado en su vida expresa el trastorno de su alma. En contraste, dice Willard, la lucha de Romanos 7:19 no se aplica a un alma transformada viviendo la vida de Jesucristo.18 Esa persona puede decir que hace el bien que quiere, y no sigue haciendo el mal que no quiere, ya que su naturaleza cambia por medio de la aplicación apropiada de las disciplinas espirituales. Para un hombre antes quebrantado, el resultado de las disciplinas es que cada vez es más natural hacer el bien.19

Ahora, llegamos al meollo de la filosofía de la formación espiritual: el pecado original. Esa condición, de la cual necesitamos ser redimidos, describe un alma equivocada y quebrantada que tiene que cooperar con el poder de Dios de renovación y sanación. Esta perspectiva no dice que necesitamos la salvación porque estamos muertos en nuestras ofensas y pecados, ni porque somos por naturaleza hijos de la ira de Dios (Ef 2:1, 3). No, las palabras «muertos en sus pecados» y «la ira de Dios» son reliquias de una «teoría de expiación» fracasada.

En Romanos 7, Pablo describe su estado espiritual varias veces. Es verdad que a menudo se le escapa la victoria total sobre el pecado, porque es un hombre dividido por dos «leyes» internas que luchan entre sí. Su «mente» quiere hacer el bien, pero carece de la capacidad de hacerlo. Comete pecados que no quiere cometer a causa del pecado que mora en él. Sin embargo, el pecado ya no controla su mente, porque se deleita en la ley de Dios en su «ser interior», la parte de él dirigida por el Espíritu. Solamente alguien dirigido por el Espíritu que pertenece a Jesucristo tiene un ser interior que se deleita en la ley de Dios. Los que andan conforme a la carne son hostiles a Dios y no pueden someterse a Su ley (Ro 8:7). El hombre que habla en Romanos 7 realmente es Pablo, un hombre que sirve la ley de Dios con su mente, pero peca a causa de «la ley del pecado» en su carne (Ro 7:25).

En cambio, el evangelio de la formación espiritual no reconoce la profundidad de la naturaleza pecaminosa de la humanidad. Si nuestro problema es «disfunción», no vamos a sentir la necesidad de la sangre expiatoria de Jesucristo para salvarnos de la ira de Dios y de la condenación eterna; vamos a querer una terapia divina para el alma. En vez de enfocarnos en las acciones de Dios realizadas por Jesucristo durante Su vida, nos enfocamos en nuestras actividades con Dios en el presente. El lenguaje del evangelio es transformado de lo moral a lo terapéutico, o sea, se enfoca en el manejo de nuestros recursos naturales e internos. La formación espiritual es un programa de rehabilitación espiritual hecho a medida para energizar y reconstruir nuestras capacidades naturales. Según Willard, el ser humano tiene gran potencial de cambio en todas sus partes físicas, mentales e espirituales.20 Nuestra capacidad de cooperar con la gracia de Dios nos permite hacer una reforma interna por medio de nuestras buenas elecciones y hábitos.

Los cambios mentales y espirituales siempre involucran el cuerpo; por lo tanto, van a tener efectos físicos mensurables. La conexión entre mente, espíritu y cuerpo prueba el gran valor de las disciplinas espirituales, dice el psiquiatra Curt Thompson, autor de Anatomy of the Soul. Los nuevos comportamientos siempre cambian el cerebro, creando nuevas vías neuronales y demostrando la neuroplasticidad, según el doctor Thompson.21 Los individuos que practican unas disciplinas tales como el ayuno, la confesión, y la oración, por ejemplo, aumentan su conocimiento de lo que sus propias mentes están haciendo, y cuando utilizan sus cerebros en estas formas, están estimulando el crecimiento de sus neuronas, tanto en el tamaño físico como en la densidad de conexiones. Por lo tanto, para el Dr. Thompson, la formación espiritual es «casi intercambiable con la neuroplasticidad».22 En lenguaje sencillo, está diciendo que nuestro crecimiento espiritual va a producir cambios físicos mensurables en nuestros cerebros; si no, no consta de la formación espiritual genuina.

La idea de que la maduración espiritual produce cambios físicos apoya el tema de la renovación del ser auténtico que se encuentra en la literatura sobre la formación espiritual. Como Willard ha dicho, las disciplinas espirituales sirven para volver la totalidad de nuestro ser a la armonía de la creación original de la humanidad. Cuando perseguimos caminos nuevos y sanos, estamos obedeciendo los mandamientos de Dios de ser las personas más profundas y auténticas posibles. Por consiguiente, vivir la vida santificada es un proceso terapéutico de sanar y renovar el ser genuino. El pecado, dice Pete Scazzero, es la acumulación de muchas capas del «falso yo» que tiene que ser cavado, capa por capa, como una excavación arqueológica. El auto-descubrimiento puede renovar la identidad auténtica por medio de las auto-disciplinas.23 Thomas Merton, un fundador del movimiento actual de la formación espiritual, resumió bien esta filosofía:

Para mí, ser santo significa ser yo mismo. Por lo tanto, el problema de la santidad y la salvación es en realidad el problema de descubrir quién soy de veras.24

El lenguaje del evangelio es transformado de lo moral a lo terapéutico, o sea, se enfoca en el manejo de nuestros recursos naturales e internos. La formación espiritual es un programa de rehabilitación espiritual hecho a medida para energizar y reconstruir nuestras capacidades naturales.

Otra voz en esta escuela de pensamiento es John Ortberg, autor y amigo de Willard. Ortberg adaptó la filosofía de auto-descubrimiento de Merton para un programa de santificación que registró como «Monvee». Su libro, The Me I Want to Be, traduce la filosofía de Willard y Foster en una aplicación para la santificación personalizada. En este modelo, por medio de la evaluación de la personalidad y el auto-análisis, uno puede crear su propio plan individualizado para la santificación. Esta actividad, dice Ortberg, realiza el plan de Dios para cada uno de nosotros porque «Él quiere ayudarle a ser el usted auténtico, la mejor versión de usted. Dios quiere que sea más como usted mismo».25

En cambio, Romanos 8:29 describe los planes de Dios para «la mejor versión» de nosotros, pero no dice nada sobre la búsqueda de nuestros seres auténticos o de ser más como nosotros mismos. La transformación planeada para las personas que Él conoció de antemano está fuera del orden natural, y es mucho más ambiciosa:

Porque a los que Dios conoció de antemano, también los predestinó a ser transformados según la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Trabajar por la gracia

¿Cómo recibimos el don misericordioso de la justicia interna? No podemos adquirirlo, dice Foster, porque es una gracia regalada. Entonces, ¿cómo nos llega?

Afortunadamente, hay algo que podemos hacer… Dios nos ha dado las Disciplinas de la vida espiritual como medio de recibir Su gracia. Las Disciplinas permiten que nos presentemos ante Dios para que Él nos transforme.26

La vida de gracia es la vida de las disciplinas, dice Foster, y eso es lo que nos cambia. Para vivir esta vida, Jesús tiene que ser «nuestro Guía y Maestro siempre presente». Las disciplinas nos ayudan a oír su voz viva, y esa intimidad mística y personal es la experiencia principal de la formación espiritual. La primera disciplina mencionada en el libro de Foster, Celebration of Discipline, es la meditación, una práctica que desarrolla la destreza de oír la voz interna de Dios que nos guía todos los días. Las once disciplinas más citadas en su libro, incluso el ayuno, la simplicidad, la solitud y la dirección se practican para formar el alma. Pero la meditación es la disciplina que puede «crear el espacio emocional y espiritual que permite que Jesucristo construya un santuario interno en el corazón».27

Uno entra en «el espacio espiritual» creado por la meditación por medio de técnicas místicas que nos llevan más profundamente dentro de nuestros seres. El espacio interno, según Foster, es donde encontramos a Dios, y debemos estar:

… dispuestos a profundizarnos en los silencios recreadores, en el mundo interior de la contemplación. En sus escritos, todos los maestros de la meditación se esfuerzan por despertar en la persona el reconocimiento del hecho de que el universo es mucho más grande de lo que sabe, que hay amplias regiones interiores no exploradas que son tan reales como el mundo físico que conocemos tan bien.28

Willard y Foster dicen que los cristianos que dependen de su lectura de la Biblia y la oración de manera convencional nunca van a tener esa conexión íntima, y sus esfuerzos para cambiar fracasarán. En su libro Hearing God: Developing a Conversational Relationship with God, Willard es muy claro sobre este punto. Según él, un camino auténtico con Dios requiere palabras personales de Dios.29 Según estas enseñanzas, la voz de Dios en la Biblia es una buena guía general para la vida, pero no es suficiente para que Dios nos cambie. Si usted no está oyendo Sus palabras personales regularmente, no está creciendo espiritualmente. Muchos cristianos que aceptan esta premisa y no reciben mensajes regulares de Dios van a sentirse inadecuados. Pero estos cristianos que ahondan en «las amplias regiones interiores no exploradas» para oír la voz de Dios, ¿cómo van a saber que es Él que está hablando? ¿Deben apostar sus vidas en esas palabras?

Por el cual nos acercamos

¿Cómo nos ha instruido Dios en cómo acercarnos a Él? En vano sería indagar la Biblia si queremos encontrar instrucciones en cómo explorar «las amplias regiones no exploradas» de nuestro espacio interior, porque esa información no viene de la Biblia sino de los ascéticos del desierto, los místicos católicos, y de otras tradiciones religiosas. Para responder a la maravillosa invitación de Jesús en Mateo 11, tendremos que acercarnos a Él según Sus términos, y recibir todas las bendiciones que ha prometido. ¿Nos acercamos a Él con los ritos de las disciplinas espirituales o hay un camino más directo?

Los primeros cristianos de Jerusalén fueron tentados a regresar a las leyes del Antiguo Pacto, un sistema con ritos impresionantes e imágenes, sonidos y aromas tangibles. Para los hombres y las mujeres involucrados, estas cosas hubieran podido hacerles sentir muy religiosos. En la carta a los hebreos, el escritor hizo un llamamiento apasionado y erudito de confiar únicamente en Jesucristo y Su sacrificio. Aunque es invisible y está lejos, ahora a la diestra del Padre, por medio de Él «se introduce una esperanza mejor, mediante la cual nos acercamos a Dios» (Heb 7:19). Entonces, ¿cuáles son los términos para nuestro acercamiento a Dios? «Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos» (Heb 7:26). A causa de Su sacrificio por nuestros pecados, una vez y para siempre, tenemos acceso inmediato al trono de gracia.

No hay otro camino a Dios aparte de Jesucristo y Su sangre. Mediante Su cuerpo quebrantado, la vía al Lugar Santísimo ha sido preparada. No hay una chispa divina en ninguno de nosotros, y sin el evangelio de Su cruz sangrienta, estamos muertos en nuestros pecados (Ef 2:1). Nuestro Señor lo declara bruscamente: «Ciertamente les aseguro… que si no comen la carne del Hijo del hombre ni beben su sangre, no tienen realmente vida» (Jn 6:53).

Revelado a los niños

Es necesario comprender la dulce invitación de Jesús en Mateo 11:28-30 en el contexto de los versículos que la preceden. Jesús acababa de decir unas declaraciones terribles sobre tres pueblos israelitas que lo habían rechazado, cuando dijo de repente:

«Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo escondido estas cosas de los sabios e instruidos, se las has revelado a los que son como niños» (Mateo 11:25).

Es posible que el rechazo de Jesús como Mesías por los líderes de esos pueblos pudiera haber parecido un fracaso, pero aquí Jesús alaba a Su Padre porque escondió algunas cosas de ellos. De hecho, es la voluntad misericordiosa de Dios que la verdad sea revelada a los nepios, los individuos pequeños, indefensos e ignorantes. Son personas que no confían en su propio potencial espiritual. Pero la voluntad misericordiosa de Dios consiste en revelarles estas cosas que aún los profetas y los justos no podían saber (Mt 13:17).

Por su misma naturaleza, el evangelio no es atractivo a los sabios y las personas seguras de sí mismas. Se encuentra la definición pura del evangelio en 1 Corintios 15:3-4:

que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras…

No hay nada en esta oración sencilla que valide la confianza en nuestras capacidades ni potenciales. Nuestra condición pecaminosa requirió la muerte y el entierro del Hijo de Dios, y los que no confían en este mensaje permanecen condenados (Colosenses 1:20-22). Cuando Jesús, humilde y ordinario, caminaba por Judea proclamando que Él Mismo era el único camino a Dios, los sabios y las personas seguras en sí mismas se ofendieron, al igual que en la actualidad. Este mensaje es ofensivo porque nuestra condición universal de pecado, nuestra rebelión arrogante contra Dios, nos hace universalmente necios. Nadie puede percibir las cosas de Dios por medio de la sabiduría o las habilidades, porque Él ha enloquecido la sabiduría del mundo:

Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen (1Co 1:21).

El mensaje de la cruz siempre ha sido locura según la sabiduría del hombre. Cuando los escritores cristianos intentan añadir algo a una Biblia «insuficiente» con la sabiduría colectiva de las edades, están repitiendo la necedad de los maestros falsos del tiempo de Pablo. Tal vez la predicación de la cruz puede parecer ser solamente «una teoría de la expiación», y un obstáculo y una locura, pero sin esta predicación, no hay poder ni sabiduría de Dios:

…mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios (1Co 1:23-24).  

En el versículo 27, Jesús revela Su autoridad exclusiva sobre toda la creación y Su unidad singular con el Padre. Esta autoridad incluye Su elección soberana acerca de a qué personas Él revela el Padre:

«Mi Padre me ha entregado todas las cosas. Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quiera revelarlo» (Mt 11:27).

Es Jesús, nuestro sumo sacerdote compasivo, que se encarga de todo conocimiento de, y acceso a, Dios. Nadie llega al Padre sino por Él (Jn 14:6). La autoridad exclusiva de Jesús no permite la confianza en los métodos místicos de acceso a Dios. No enseña el camino, porque Él Mismo es el Camino. La fe en Su sacrificio sacerdotal ya cumplido y Su resurrección por nosotros es la única base para la esperanza de la presencia de Dios (Heb 4:14-16).

Vengan a Mí

Ya que Jesús ha establecido Sus credenciales y Su autoridad como Soberano, ofrece Su invitación a los débiles y agotados: «Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso» (Mt 11:28). Tal como había hecho en los tres pueblos, otra vez Jesús dirigió Su mensaje a los que sentían la necesidad de lo que ofrece. En esos días en Israel, la gente común se sentía sobrecargada con su labor pesada mientras apenas podían arañar un medio de subsistencia, observaban las numerosas leyes judías, y aguantaban la opresión romana. Este mensaje era para ellos, y cuando Jesús hablaba, sabían quiénes eran. Como Solomon, cada persona había descubierto que todo su trabajo arduo era vanidad, y «ni siquiera de noche descansa su mente» (Eclesiastés 2:23).

Jesús estaba hablando especialmente de la labor dura requerida para cumplir con todas las obligaciones religiosas pesadas. Comúnmente, se refería a la ley como «el yugo», el collar pesado que un granjero colocó en sus animales de trabajo para tirar una carga. El yugo también era símbolo de la esclavitud a un opresor ajeno, según lo que vemos en Nahúm 1:13. La audiencia de Jesús sentía tanto el yugo religioso de muchas obligaciones como el yugo de Roma. Luego, Jesús ofreció otro yugo de Su propia elaboración:

«Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana…» (Mt 11:29-30).

Su yugo es suave porque Jesús es el que lo crea y lo pone encima de nosotros. Puesto que es apacible y humilde de corazón, el diseño de Su yugo nunca es opresivo, y no se encuentra Su descanso en ningún otro lugar. En cambio, ninguna sabiduría religiosa y humana puede traernos el descanso. Los sistemas religiosos siempre han construido yugos para colocar encima de sus seguidores, y por medio del adormecimiento de los sentidos, pueden crear estados mentales que parecen sosegados. Las religiones falsas comparten la misma premisa, que si uno hace ciertas obras religiosas, puede entrar en el reino de los espíritus y manipularlos para hacerse poderoso. En cambio, Jesús llama a los cansados y a los quebrantados a creer en Él como su Señor todo suficiente y vivir por Él como hijos e hijas adoptados.

Los líderes del movimiento de la formación espiritual dicen que podemos crear descanso si seleccionamos de entre una gran variedad de tradiciones humanas y si diseñamos a medida nuestro propio programa para el crecimiento espiritual. La expectativa para ese experimento continuo es que uno va a poder imitar el estilo de vida de Jesucristo, y que de alguna manera, Dios aparecerá para traer descanso al practicante fiel. Pero Jesús no nos ha pedido que imitáramos Su estilo de vida en la forma de disciplinas, especialmente las que nunca mandó en las Escrituras. No mandó a que viviéramos como los Padres del Desierto, pero sí nos mandó a venir a Él y recibir lo que ofrece, sin labor. Su descanso no es para nada «un estilo de vida», sino algo mucho más caro, y peligroso.

A diferencia de los místicos antiguos, Willard y Foster recomiendan un conjunto de disciplinas más agradables y cómodas para el profesional actual muy ocupado, pero su programa todavía es una invención humana. No se encuentra en la Biblia que Jesús hubiera dicho que la comunión con Dios tiene que ocurrir en «solitud», ni que uno debe tener «un director espiritual», ni que uno debe buscar encuentros espirituales místicos por medio de «oración para centrarse». Todos estos son requisitos religiosos inventados por seres humanos, y no sólo llegan a ser pesados, sino también desplazan nuestra confianza en Jesús y Su yugo más sencillo. Nadie puede servir a dos señores.

El apóstol Pablo escribió acerca de maestros espirituales que proclamaban que sin las disciplinas espirituales y las experiencias místicas, los colosenses serían descalificados del reino de Jesucristo. Pablo los advierte:

Cuídense de que nadie los cautive con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo y no conforme a Cristo (Col 2:8).

Había maestros de las tradiciones humanas muy astutos que sedujeron a los colosenses, según «los espíritus elementales» del mundo (griego-stoicheia). No estaban satisfechos con las bendiciones que Jesucristo y Su evangelio los había traído; querían más bendiciones espirituales. Confiando en sus obras los ponía en esclavitud a otros poderes espirituales (Col 2:20; Gá 4:8-10), una situación muy peligrosa. Pero Pablo los recordó que Jesucristo es la cabeza de todos los poderes del universo. Hemos sido enterrados y resucitados con Él y estamos completos en Él (Col 2:10-12). Las disciplinas ascéticas y los encuentros místicos no traen más bendiciones espirituales.

No dejen que les prive de esta realidad ninguno de esos que se ufanan en fingir humildad y adoración de ángeles. Los tales hacen alarde de lo que no han visto; y, envanecidos por su razonamiento humano… (Col 2:18).

Los cristianos han muerto a las fuerzas físicas y espirituales del universo, así que ya no someten sus mentes y sus cuerpos a las reglas y enseñanzas humanas. Estas enseñanzas parecen sabias en cuanto a «promover la religión y el ascetismo humanos», pero son inútiles para vencer la naturaleza pecaminosa. Se requiere algo más drástico para frenar el pecado.

El yugo imposible de Jesús

Jesús dio otra invitación, una perturbadora, que ha ahuyentado a muchos posibles seguidores:

Luego dijo Jesús a sus discípulos:

—Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa, la encontrará (Mt 16:24-25).

Este no es un mensaje confortante de sanación y rehabilitación para los corazones quebrados. Jesús pide que nos neguemos a nosotros mismos, nuestros deseos, derechos, y sueños, y que nos unamos con Él cada día en el camino hacia la ejecución. Si lo servimos con el propósito de la autorrealización, no estamos sirviéndolo para nada, y vamos a afrontar la muerte final. Sus seguidores no pueden situar la cruz en el fondo de un pasado olvidable y distante para vivir la vida victoriosa. Al contrario, la cruz es nuestra realidad presente, la realidad diaria de la muerte de nuestra naturaleza pecaminosa:

Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado (Ro 6:6).

 «El cuerpo pecaminoso» todavía está muy vivo dentro de nosotros, y hay que hacerlo morir con regularidad. No podemos vivir la vida victoriosa de la resurrección si no hacemos morir el yo a diario. La cruz fea y humillante permanece en el presente para recordarnos del verdadero costo de la vida. Nuestra búsqueda típica de la sanidad espiritual incluye un cálculo del beneficio, de las ganancias y pérdidas, pero en la cruz, nuestras pérdidas son totales. La cruz dice la verdad sobre nuestra condición desolada. En el cuerpo del Hijo de Dios, tuvimos que morir y debemos continuar muriendo. Es imposible tener una vida victoriosa sin la cruz.

La cruz dice la verdad sobre nuestra condición desolada. En el cuerpo del Hijo de Dios, tuvimos que morir y debemos continuar muriendo. Es imposible tener una vida victoriosa sin la cruz.

El reverso de la fortuna

Los últimos pasos del largo recorrido ahora estaban terminando. Las puertas grandes de madera del pueblo estaban abiertas a la muchedumbre que entraba. El peregrino cansado sentía un oleaje de alegría mientras entraba en la misma ciudad de Dios, Jerusalén. Había caminado casi 1.700 kilómetros para llegar a la ciudad, había atravesado Egipto sin problemas, así que seguramente tenía la bendición de Dios. Simón de Cirene era un israelita muy devoto, y tenía un gran deseo de experimentar el significado de la Pascua. Hoy mismo, cumpliría con sus votos.

Se vio forzado a parar cuando oyó los gritos enardecidos acercándose a él. La multitud lo empujó hasta el centro de la calle, y allí fue cuando los vio. Un grupo de soldados romanos estaba arrastrando a tres prisioneros rumbo a él, y todos cargaban cruces. Un centurión grande y feroz iba delante, montado sobre un caballo, bramando órdenes mientras los espectadores gritaban y corrían por todas partes. De repente, la procesión paró en frente de él; uno de los hombres condenados había caído bajo el peso de su cruz. Simón decidió que ya había visto demasiado cuando un soldado lo agarró. «¡Tú! ¡Carga su cruz!»

Simón no podía rehusarse, y por lo tanto, se acercó al convicto caído y empezó a levantar la madera pesada. Dudó un momento. La madera estaba astillada con manchas oscuras de sangre, sangre del pasado y sangre fresca. Simón sabía que si tocaba la sangre de este hombre quedaría inmundo por siete días y no podría tomar parte del Séder de Pascua. Su viaje había sido en vano y lo peor era que estaba entre los enemigos. Un empujón severo lo hizo caer de rodillas; y dos soldados pusieron la madera pesada sobre su hombro. Simón estaba furioso mientras se paraba bajo el peso de la madera. Siendo un hombre fuerte, podía cargar la sucia cruz, pero su corazón se rebeló.

—¡Este goyim despreciable!—murmuró Simón—.  ¿No es suficiente que contaminan nuestra tierra?

Simón oyó las cosas que la multitud decía de este hombre, cuya cruz él llevaba. Este Jesús era profeta y había hecho milagros; algunos aún decían que era el Mesías. Simón volvió a mirarlo. Si alguna vez hemos necesitado un Mesías, es ahora. ¿Pero este hombre?

Ahora la procesión salió en tropel fuera de la ciudad, con los tres convictos y Simón siguiéndolos de cerca. Se sentía aún más sucio mientras daba la espalda a las puertas de la ciudad. Empezó a ver que los hombres condenados no tenían nada que perder, así que maldijeron a todo el mundo. Le parecía que toda la multitud estaba maldiciendo y gritando, todos menos uno. Simón se dio cuenta de que Jesús no había dicho nada, aunque juzgando por la apariencia de su espalda, obviamente Él había sufrido la peor paliza. Agarrando la cruz detrás de él, Simón se preguntaba sobre Jesús, pero no podía ver su cara.

Jesús no dio la vuelta, pero seguía su marcha ardua y silenciosa, cayéndose, y levantándose. Un grupo de hombres religiosos en vestiduras estaba siguiéndolos de cerca y burlándose de Él, al igual que los soldados. Detrás de ellos estaban muchas mujeres llorando por Él. Jesús se ponía cada vez más débil y tropezaba más. Simón pensó: «¡El verdadero Mesías nunca permitiría eso!». Se preguntó por qué tanta gente odiaba a este hombre, y el escenario entero se hizo más confuso. Veía cómo Jesús seguía aguantando los insultos, y sabía que ningún criminal se portaría así. Con este hombre, no había ira, ni odio, sólo una resolución de ir a su muerte. Pensaba, y luego recordó estas palabras:

como cordero, fue llevado al matadero…  y ni siquiera abrió su boca (Is 53:7).

Se acercaban el lugar de la ejecución, y un Simón agotado dejó caer la cruz de sus manos llenas de astillas. Los soldados cercanos empezaron a burlarse de él: «Cuidado hombrecito, ¿no quieres unirte con ellos?». Simón arrastró la cruz los últimos pocos pasos y finalmente sintió alivio cuando los soldados la levantaron de sus hombros. Vio que ellos colocaron a Jesús en las vigas gruesas de madera mientras un soldado tendía los clavos. Simón apartó la mirada y recordó las palabras del mismo profeta:

…nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios, y humillado (Isaías 53:4).

            Su mente se llenaba de confusión al darse cuenta de que nadie podía explicar de quién hablaba el profeta cuando dijo:

            Él fue traspasado por nuestras rebeliones, y molido por nuestras iniquidades (Is 53:5).

Este hombre era inocente, pensaba Simón, y cerró los ojos cuando clavaron a los convictos a sus cruces y los levantaron a sus posiciones. Se sentó en la tierra cerca de las cruces, sabiendo que era el peor día de toda su vida. Era su Pascua, y se quedó sentado entre los criminales y los gentiles, demasiado sucio para regresar al templo o a su gente. Entonces oyó alguien hablando desde la cruz, por encima de él, palabras que lo aplastaron:

Padre… perdónalos, porque no saben lo que hacen (Lc 23:34).

Por fin, asombrado, Simón inclinó la cabeza y lloró.

Salgamos a Su encuentro

Marcos, el escritor del evangelio, identifica a Simón como el padre de Rufo y Alejandro (15:21), y evidentemente, la familia de Simón era bien conocida en la iglesia. Pablo dice: «Saluden a Rufo, distinguido creyente, y a su madre, que ha sido también como una madre para mí» (Ro 16:13).

Simón de Cirene fue enviado de la ciudad, pero estaba presente para la verdadera Cena de Pascua, y la historia sugiere que su presencia en esta Pascua definitiva lo cambió para siempre, tanto a él como a su familia. Estaba allí mientras el Mesías fue sacrificado por él, y nunca se podría ofrecer una cena más sagrada. Había estado con Jesús, el Cordero de Dios, y aguantó la burla y el abuso con Él fuera de la ciudad. Al mismo tiempo que el templo estaba observando los ritos religiosos, Jesús había sido declarado impropio para la sociedad decente y respetuosa de la ley; fue asesinado fuera de las puertas, donde tiraron los cuerpos de los animales muertos usados por las ofrendas por el pecado, justo afuera de las puertas.

Por eso también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, sufrió fuera de la puerta de la ciudad. Por lo tanto, salgamos a su encuentro fuera del campamento, llevando la deshonra que él llevó… (Heb 13:12-13).

 Jesús dice: «Vengan». Él está fuera del campamento desde donde Su voz habla y manda que nos acerquemos. Para ser santificado por Él, necesitamos dejar atrás todos nuestros deseos y derechos religiosos, y los esfuerzos de ser santificados a nuestro modo. Negando nuestra propia vida, nos unimos a Él para aguantar Su reproche. Seguir a Jesús no es una empresa segura, así que nos dijo que consideráramos el costo. Ya no pertenecemos a la ciudad próspera. Cuando aceptamos Su yugo, también tomamos Su cruz para seguirlo fuera de las puertas. Allí, perdonados y santificados para siempre por medio de Su sangre, encontramos el descanso de nuestras obras. Por lo tanto, «queda todavía un reposo especial para el pueblo de Dios» (Heb 4:9). El descanso auténtico se encuentra por fe en la certidumbre histórica del evangelio. La vida victoriosa consta en vivir, día tras día, como gente que se considera muerta, enterrada y resucitada con Él.

Jesús es nuestra vida, porque es nuestro Hombre Victorioso.

 

Notas al final

Endnotes

1 MacLaren, Alexander, «The Rest Giver», Christian Classics Ethereal Library, http://www.ccel.org/ccel/maclaren/matt2.ii.xviii.ht ml

2 Renovaré, http://www.renovare.org/

3 Willard, Dallas, «The Gospel of the Kingdom», http://www.dwillard.org/articles/artview.asp?artID=150

4 Willard, with Amy Peck, «Kingdom Living», http://www.dwillard.org/articles/artview.asp?artID=92

5 Willard, The Divine Conspiracy, 1997, Harper Collins, New York, pág.49.

6 Moreland, J.P., «Postcard from San Diego: Fighting “Bibliolatry” at the Evangelical Theological Society», http://www.christianitytoday. com/gleanings/2007/november/postcard-fromsan-diego-fighting-bibliolatryat.html

7 Carey, Martin, «Contemplating Prayer: ¿Should We Seek Wisdom From Other Faith Traditions?» Proclamation!, primavera, 2013.

8 Carey, Ibid.

9 Foster, Richard, Celebration of Discipline, InterVarsity Press, Downers Grove, IL, pág. 3.

10 Moreland, Ibid.

11 Henderson, David, «Carl Jung and Thomas Merton: Apophatic and Kataphatic Traditions in the 20th Century», Studies in Spirituality, 2003, http://finitegeometry.org/sc/noindex/JungMerton.pdf

12 Keating, Thomas, «What is My Shadow Self»,http://www.contemplativeoutreach.org/article/what-my-shadow-self

13 Willard, Dallas, Spiritual Disciplines, Spiritual Formation and the Restoration of the Soul,

http://www.dwillard.org/articles/artview.asp?artID=57

14 Willard, The Spirit of the Disciplines, Harper San Francisco, CA, pág. 62.

15 Ibid., pág. 65.

16 Merton, Thomas, Conjectures of a Guilty Bystander, Citado en «Streams of Consciousness», http://blog.

gaiam.com/quotes/authors/thomas-merton

17 Willard, Dallas, «Spiritual Disciplines, Spiritual Formation and the Restoration of the Soul»,

Journal of Psychology and Theology, primavera 1998, Vol. 26, #1, págs. 101-109.

18 Ibid.

19 Ibid.

20 Willard, The Spirit of the Disciplines, pág. 66.

21 Thompson, «Neuroplasticity and Spiritual Disciplines», video en línea, Biola University Center for Christian Thought, http://cct.biola.edu/resources/neuroplasticity-andspiritual-disciplines/)

22 Ibid.

23 Scazzero, Pete, «The False Self», http://www.petescazzero.com/contemplative-spirituality/the-false-self/

24 Merton, Thomas, New Seeds of Contemplation, Citado en Abbey of the Arts, http://abbeyofthearts.com/blog/2013/11/03/community-lectiodivina-thomas-merton/

25 Ortberg, John, The Me I Want to Be, Zondervan, Grand Rapids, MI., pág. 94.

26 Foster, pág. 7.

27 Ibid., pág. 20.

28 Ibid., pág. 15.

29 Willard, Dallas, Hearing God: Developing a Conversational Relationship With God, InterVarsity Press, Downers Grove, IL, 1984, pág. 26.


MartinCarey

 

Martin Carey creció como adventista en muchos lugares distintos, incluso Tacoma Park, Maryland y Guam, EUA. Durante el día, trabaja como psicólogo para una escuela secundaria en San Bernardino, California. También es terapeuta familiar licenciado. Está casado con Sharon y tienen dos hijos: Matthew, de 11 años, y Nick, de 25. Carey sigue explorando los cielos claros de la noche con siete telescopios diferentes, hasta el tamaño de medio metro. La investigación bíblica y el piano clásico ocupan el resto de su energía. Puede escribirle a: martincarey@sbcglobal.net.