Comentario del crítico

            «Algunos de estos escritos [de los autores clásicos de la contemplación y las prácticas místicas] tienen enseñanzas cuestionables y claramente no bíblicas. Sin embargo, contienen mucha verdad. De todos modos, un joven creyente no debe leer estas cosas de los escritos originales».

 

REACCIÓN DE LA REDACTORA

            Este reconocimiento del error mezclado con las buenas cosas en los libros de los autores de este género es la evidencia de que no podemos usar estas fuentes extra-bíblicas para enseñar la verdad. Como un pueblo que ha tenido que arrepentirse de una profetisa falsa cuyos escritos son una mezcla de grave error combinado con la verdad, entendemos que solamente la Biblia puede revelar la Verdad. El uso de fuentes extra-bíblicas para saber la voluntad de Dios diluye nuestra confianza en Él y Sus promesas constantes. Nuestras mentes e imaginaciones son falibles. El Espíritu de Dios nos convence de nuestros pecados y nos enseña mientras entregamos nuestras mentes a Su palabra, y nos presentamos a Él como sacrificios vivos para Su servicio, permitiendo que Su Palabra nos transforme mediante la renovación de nuestras mentes (Ro 12:1-2).

 

REACCIÓN A UN CRÍTICO

 Comentario del crítico

            «La formación espiritual enseña que la oración contemplativa es sólo un medio de gracia que Dios usa para transformarnos. En mi libro, describo y doy ejemplos de más de ochenta disciplinas distintas que Dios puede usar para transformarnos».

 

 REACCIÓN DE LA REDACTORA

Las epístolas están llenas de «indicativos», o sea, las declaraciones sobre lo que Dios ya ha realizado en Jesús para nuestro bien. Estos indicativos proveen el fundamento de los «imperativos» del evangelio, los mandatos de cómo debemos vivir como cristianos nacidos de nuevo. Por ejemplo, Colosenses 2:6 ilustra este patrón: «Por eso, de la manera que recibieron a Cristo Jesús como Señor [indicativo], vivan ahora en él [imperativo]…». En otras palabras, Jesucristo perdonó nuestros pecados en la cruz y resucitó de entre los muertos; nos hizo Suyos cuando recibimos Su sacrificio por nuestros pecados. Caminamos en Él del mismo modo que lo recibimos—por medio de la gracia mediante la fe, no por medio de efectuar disciplinas. En cambio, somos transformados por medio de nuestra contemplación de la gloria del Señor: «por la acción del Espíritu del Señor» (2Co 3:18, Reina-Valera 1995)