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En nuestra búsqueda de la verdad, solemos enfocarnos en los detalles de la doctrina y no en la experiencia que viene cuando nuestras vidas manifiestan nuestro descubrimiento, aceptación y comportamiento dirigidos por la doctrina correcta. No estoy restándole importancia a la doctrina, porque la vida basada en doctrinas falsas o borrosas se manifestará igualmente como falsa o borrosa. Por esta misma razón, mucha gente en la sociedad actual está frustrada, desalentada y sin esperanza. Por consiguiente, la vida del nuevo pacto tiene que basarse en los hechos del pacto. Algunos artículos sobre los pactos han sido escritos en ediciones anteriores de ¡Proclamación!, entonces no voy a hacer un estudio detallado aquí, sólo un breve resumen. Los que quieren tener más información sobre los pactos pueden encontrarla en los archivos de ¡Proclamación! y Sabbath in Christ (Sábado en Cristo).

Resumen de los pactos

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El antiguo pacto:                                                       El nuevo pacto:

 

Socios del pacto        

Dios e Israel                                                                El Padre y Jesús

Las palabras del pacto

Los Diez Mandamientos                                             La Ley de Jesucristo

Los libros del pacto

Génesis a Deuteronomio                                            Los evangelios y las epístolas

Letrero de entrada

La circuncisión                                                            El bautismo

Señal de conmemoración

El šabbat                                                                    La Santa Cena

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Tomando en cuenta estos detalles de las doctrinas de ambos pactos, el antiguo y el nuevo, vamos a investigar la experiencia que se lleva a cabo en la vida cuando uno interioriza los conceptos del nuevo pacto. Primero, vamos a estudiar las implicaciones de las dos primeras categorías en el gráfico, los socios del pacto y las palabras del pacto.

Jesús, el que guarda el pacto

Tal vez el descubrimiento más impresionante del nuevo pacto es que Jesús es el que guarda el pacto. Entramos en el pacto simplemente cuando creemos y confiamos en nuestro Sustituto y Representante, el que pagó el precio por nuestro pecado y rompió la maldición de la muerte. Según la palabra de Dios, la entrada al nuevo pacto ocurre por medio de la gracia sola, la fe sola y Jesucristo solo. Y aquí es donde muchos de nosotros estábamos equivocados en cuanto a la seguridad maravillosa que viene con esta realidad doctrinal. Nosotros mismos queremos agradar a Dios, y pensamos que si no alcanzamos la obediencia perfecta o si seguimos pecando, nuestra posición con Dios estaría en peligro, olvidándonos del hecho de que no es nuestra obediencia sino nuestra confianza en la obediencia de Jesucristo que Dios nos imputa.

La parábola de Jesús en Mateo 18:23 enseña una lección importante sobre el contexto del perdón. Pedro había preguntado a Jesús cuántas veces debía perdonar a un hermano que cometiera un pecado. Note cómo Jesús vincula Su respuesta a Pedro con la siguiente parábola:

No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces—le contestó Jesús—. Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos (Mt 18:22-23).

Entonces, Jesús contó a los discípulos la parábola bien conocida del siervo despiadado (vv. 23-25). Es importante notar varias cosas. Primero, el siervo no tenía concepto de la magnitud de su deuda. Debía diez mil monedas de oro. Era la moneda más costosa de esos días que era equivalente al sueldo de 6.000 días de trabajo para el obrero común. Llevaría 160.000 años para que el siervo pudiera pagar el préstamo, una imposibilidad absoluta. El hecho de que el siervo dijo: «Tenga paciencia conmigo… y se lo pagaré todo», muestra que no tenía ningún idea del tamaño enorme de la deuda. Aquí Jesús está destacando el hecho de que el pecado de cada uno es tan enorme que es imposible manejarlo por sí solo. Solamente hay un remedio para los pecadores, es decir, confiar completamente en el perdón ofrecido por Dios.

La segunda cosa importante es la reacción del siervo. Cuando el siervo fue con otro siervo para exigir que lo pagara, estaba demostrando que no entendía la magnitud de su propia deuda, ni la profundidad de la gracia y el perdón del rey. Parece que él había ido al otro siervo que le debía poco dinero para tener algo que pagar al rey. Tal vez el siervo que debía más pensaba que por lo menos un pago pequeño hubiera sido más agradable para Su señor.

La lección de las dos partes es clara. Primero, sólo podemos comprender la enormidad de la gracia y la misericordia de Dios cuando entendemos la profundidad de nuestro pecado. Nacemos en pecado con una naturaleza pecaminosa; es más, heredamos la culpa de Adán. Pecamos con actos de comisión y de omisión. Pecamos con nuestros pensamientos, nuestras hazañas y con nuestra falta de fe. Segundo, debemos afrontar la absoluta imposibilidad de nuestra capacidad de alcanzar o mejorar nuestra justicia ante Dios por medio de las prácticas diligentes de las disciplinas de la vida cristiana. Ni siquiera si tuviéramos otra vida para practicar las disciplinas, podríamos agradar a Dios. O sea, no podemos agradar a Dios por medio de nuestras buenas obras. A menudo, muchos individuos han pensado que aceptaron en total el perdón y la gracia de Dios, pero luego se disponen a justificarse o ser más espirituales por medio de sus propios esfuerzos. Cuando pensamos que estamos progresando en ser santificados, empezamos a medir a las demás personas con nuestros estándares, y la raíz venenosa del legalismo sentencioso empieza a brotar. Parece que era esta clase de crítica que se encontraba en la iglesia en Corinto. Pablo ofreció este consejo sabio:

Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse.  Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención— para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor» (1Co 1:26-31).

Asimilar la verdad de que Jesús es nuestro Guardador del Pacto, nuestro Sustituto y nuestro Representante, y que Su sacrificio singular por todo pecado es el 100% suficiente para siempre, trae un sentimiento tremendo de alivio, paz y seguridad. Es el fundamento que necesitamos cuando empezamos a cumplir la ley de Jesucristo.

Mi padre murió cuando estaba en el cuarto grado, así que mi madre era mi modelo desde ese tiempo. A menudo tuvimos problemas económicos, y a veces algunas personas nos ayudaban de una forma u otra. Cuando alguien nos daba dinero u otro regalo, mi madre siempre decía: «usted no debió haberlo hecho». Más tarde, cuando Carolyn y yo estábamos casados y hacíamos algo especial por mi madre, decía: «no debieron haberlo hecho». No era que no necesitaba o quería el regalo o el servicio; al contrario, lo apreciaba profundamente. Pero aparentemente no se sentía digna del regalo, y siendo mi modelo, me enseñó a reaccionar de igual manera. Me llevó muchos años para decir simplemente: «Gracias» cuando alguien hacía algo por mí.

En contraste con nuestra inclinación de sentirnos indignos, si hemos aceptado a Jesucristo como nuestro Guardador del Pacto, sabemos en las profundidades de nuestros corazones que somos totalmente agradables a Dios por causa de Jesús. Esta seguridad de que Dios nos acepta totalmente en Su Hijo es la esencia de la vida del nuevo pacto. Es el motor que nos impulsa a amar. Es el fundamento de todo lo que sigue. Podemos decirnos: «Sí, yo mismo no soy digno, pero en Jesucristo, soy digno, totalmente agradable a Dios, con la misma justicia de Dios que me fue imputada por mi fe en el Guardador del Pacto, Jesucristo». Sépalo, créalo, y confíe en esto. Es el manantial de agua viva que desbordará directamente desde usted hacia las demás personas. ¡Beba abundantemente!

La ley de Jesucristo—el amor mediado por el Espíritu

Probablemente la segunda cosa más importante para vivir la vida del nuevo pacto es descubrir lo que significa vivir bajo la ley de Jesucristo. Una y otra vez leemos: «Este mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros». Es importante notar que esta ley no está codificada con una lista de prohibiciones grabadas en piedra, sino es una realidad dinámica enseñada personalmente a nosotros por el Espíritu Santo en conexión con la palabra escrita del nuevo pacto. En la vida del nuevo pacto, el Espíritu realiza la misma función de la ley del antiguo pacto, excepto que Él nos guía personalmente mientras vivimos en la Palabra de Dios y funcionamos en el cuerpo de Cristo. Encontramos este tema tejido en todas las epístolas de Pablo a las nuevas iglesias gentiles, pero no hay ninguna porción que contraste los pactos y la forma de vivir que resulta de ellos tanto como en 2 Corintios 3:3-18.

Los pactos contrastados

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Antiguo pacto                                                            Nuevo pacto

  • Escrito a mano                                                      • Escrito con el Espíritu
  • En una tabla de piedra                                          • En la tabla del corazón humano
  • Inadecuado (implicado)                                         • Los siervos adecuados
  • De la letra                                                              • Del Espíritu
  • La letra mata                                                          • El Espíritu da vida
  • El ministerio de la muerte                                      • El ministerio del Espíritu
  • Vino con gloria                                                       • Rebosa de gloria
  • El ministerio de la condenación                             • El ministerio de la justicia
  • La gloria se desvanece                                          • La gloria lo supera
  • Ahora no tiene gloria                                              • La gloria permanece
  • No se ha quitado el velo                                         • El velo ha sido quitado en Jesucristo
  • El velo cubre el corazón                                         • Se ha quitado el velo
  • La esclavitud (implicada)                                        • La libertad
  • No puede cambiar el corazón (implicado)              • Uno es transformado

 

Jesús y los escritores del Nuevo Testamento enseñaron que la ley de amor resuelve todas las cuestiones de moralidad. Cuando Pablo explicó sus métodos evangelísticos de ministrar a los judíos que tenían la ley y a los griegos que no vivían bajo la ley, dijo:

Aunque soy libre respecto a todos, de todos me he hecho esclavo para ganar a tantos como sea posible. Entre los judíos me volví judío, a fin de ganarlos a ellos. Entre los que viven bajo la ley me volví como los que están sometidos a ella (aunque yo mismo no vivo bajo la ley), a fin de ganar a éstos. Entre los que no tienen la ley me volví como los que están sin ley (aunque no estoy libre de la ley de Dios sino comprometido con la ley de Cristo), a fin de ganar a los que están sin ley (1Co 9:19-21).

Note que Pablo declara específicamente que esta ley de Cristo resuelve todas las cuestiones de moralidad. Es un principio dinámico que cubre y va más allá de todas las leyes morales delimitadas en el antiguo pacto.  

No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. De hecho, quien ama al prójimo ha cumplido la ley. Porque los mandamientos que dicen: «No cometas adulterio», «No mates», «No robes», «No codicies», y todos los demás mandamientos, se resumen en este precepto: «Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Ro 13:8-9). Para los que crecieron bajo la ley, la transición de la ley del antiguo pacto, los Diez Mandamientos, a la ley de Cristo, la ley de amor, era difícil. Nos acostumbramos a los «No» y pensábamos que sin ellos, no tendríamos límites morales. Sin  embargo, cuando uno nace de nuevo por el Espíritu de Jesucristo, está en una posición de experimentar la vida del nuevo pacto. A no ser que nazca de nuevo, la persona no puede declarar que es un cristiano auténtico. Nacer de nuevo es una experiencia real y no es lo mismo que ser «convertido a la verdad». El último es solamente un acuerdo intelectual a un grupo de doctrinas, las que pueden ser bíblicamente correctas o no. Pero cuando oímos, comprendemos, y respondemos al evangelio, entonces el milagro de la misericordia, la gracia y el pleno perdón de Dios es nuestro. Note el orden escrito en el versículo a continuación:

En él también ustedes, cuando (1) oyeron (2) el mensaje de la verdad, el evangelio que les trajo la salvación, y (3) lo creyeron, (4) fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Éste (5) garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria (Ef 1:13-14).

El nuevo nacimiento es un evento sobrenatural. No es algo que podemos conjurar por medio de la oración, por leer la Biblia, por ayunar, por el silencio, por declarar el mensaje del evangelio, por dar bienes materiales, por la asistencia a la iglesia, ni por cualquier obra personal. Venimos a Jesucristo con las manos vacías y permitimos que la gracia de Dios, la gracia infinita, cubra (recuerde la parábola) hasta 160.000 años de deuda pecaminosa. Este nacimiento es un acto del Espíritu Santo.

Hoy en día, tenemos la esperanza de ser transformados si nos enfocamos solamente en las glorias del evangelio y las numerosas declaraciones de Dios a los cristianos fieles, en vez de confiar en la práctica de las disciplinas que se elogia como importantes para tener una vida espiritual más profunda.

Todos fuimos bautizados por un solo Espíritu para constituir un solo cuerpo —ya seamos judíos o gentiles, esclavos o libres—, y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu (1Co 12:13).

«Fuimos bautizados» es pasivo aoristo en el griego, indicando que el Espíritu Santo es el agente activo y somos los destinarios pasivos de Su obra. ¿Recuerda que en el nuevo pacto el Espíritu Santo toma el lugar de la ley en el antiguo pacto, como se esbozó anteriormente en la porción de 2 Corintios?  A continuación, he destacado algunas de las frases que demuestran cómo esta ley de Cristo, la ley de amor, funciona mediada por nosotros a través del Espíritu Santo.

No agravien al Espíritu Santo de Dios, con el cual fueron sellados para el día de la redención (Ef 4:30).

Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho (Jn 14:26).

Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, Él los guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta sino que dirá sólo lo que oiga y les anunciará las cosas por venir (Jn 16:13).

Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado (Ro 5:5).

Pero ahora, al morir a lo que nos tenía subyugados, hemos quedado libres de la ley, a fin de servir a Dios con el nuevo poder que nos da el Espíritu, y no por medio del antiguo mandamiento escrito (Ro 7:6).

Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!» El Espíritu mismo le asegura a nuestro espíritu que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, pues si ahora sufrimos con él, también tendremos parte con él en su gloria (Ro 8:14-17).

Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras.

La transformación del nuevo pacto

La ley de Cristo trae libertad por el Espíritu en conexión con la Palabra. Cuando uno camina en el Espíritu (obedece de buena voluntad la Palabra, manteniendo una consciencia limpia con Dios y con las demás personas), vive la ley de Cristo, y tiene compañerismo con el cuerpo de Cristo, hay una verdadera esperanza de transformación. Otra vez, veamos el contraste entre el antiguo y el nuevo pacto detallado en 2 Corintios 3, enfocándonos en la última oración.

Sin embargo, la mente de ellos se embotó, de modo que hasta el día de hoy tienen puesto el mismo velo al leer el antiguo pacto. El velo no les ha sido quitado, porque sólo se quita en Cristo. Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón. Pero cada vez que alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Así, todos nosotros, que con el rostro descubierto reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados a su semejanza con más y más gloria por la acción del Señor, que es el Espíritu (2Co 3:14-18).

«Somos transformados» es otro verbo pasivo; la transformación es la obra del Espíritu. Nuestra responsabilidad es contemplar la gloria del Señor. Actualmente, hay muchos instructores y métodos que se elogian por ser capaces de profundizar la espiritualidad. Puede que algunos sean buenas disciplinas, pero cuando uno lee el Nuevo Testamento repetidas veces, entiende mejor el plan integral de Dios para la transformación. No es por medio del ayuno. No hay ninguna instrucción o mandato de ayunar en el Nuevo Testamento. Sí, en varias ocasiones leemos que los líderes de la iglesia oraron y ayunaron antes de escoger a los ancianos. El ayuno puede ser útil para algunas personas. Algunos dicen que el ayuno despeja la mente y da enfoque. Una vez ayuné por dos días, pero no me ayudó en ningún aspecto. Otras personas se alejan de la sociedad para buscar solitud y silencio. Es posible que este aislamiento sea útil por un tiempo limitado; pero no es el enfoque del proceso de transformación según el Nuevo Testamento.

El método de transformación del Nuevo Testamento es la contemplación de la gloria de Dios; el reconocimiento que Jesucristo es nuestro Guardador del Pacto; es la práctica de la ley de Cristo descrita en 1 Corintios 13; es el entendimiento de que estamos sentados con Jesucristo a la diestra del Padre; y es el reconocimiento que hemos sido perdonados totalmente, que tenemos vida eterna y somos calificados para recibir una herencia con Jesús.

El deseo ardiente de Pablo era que sus lectores entendieran el amor infinito de Dios.

Por esta razón me arrodillo delante del Padre, de quien recibe nombre toda familia en el cielo y en la tierra. Le pido que, por medio del Espíritu y con el poder que procede de sus gloriosas riquezas, los fortalezca a ustedes en lo íntimo de su ser, para que por fe Cristo habite en sus corazones. Y pido que, arraigados y cimentados en amor, puedan comprender, junto con todos los santos, cuán ancho y largo, alto y profundo es el amor de Cristo; en fin, que conozcan ese amor que sobrepasa nuestro conocimiento, para que sean llenos de la plenitud de Dios. Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros, ¡a él sea la gloria en la iglesia y en Cristo Jesús por todas las generaciones, por los siglos de los siglos! Amén (Ef 3:14-21).

El siervo desagradecido en la parábola de Jesús en Mateo 18 hubiera estado en mejores condiciones si hubiese contemplado la magnitud de la misericordia del rey en vez de tratar de buscar unos centavos para hacer un pequeño pago de su deuda. Hoy en día, tenemos la esperanza de ser transformados si nos enfocamos solamente en las glorias del evangelio y las numerosas declaraciones de Dios a los cristianos fieles, en vez de confiar en la práctica de las disciplinas que se elogia como importantes para tener una vida espiritual más profunda. Contemple la gloria de Dios; viva en los primeros dos capítulos de Efesios hasta que sea su hogar. Visite a 1 Corintios 13 hasta que sepa los nombres del amor. Estudie los primeros ocho capítulos de Romanos hasta que su corazón salte con gozo. Tome unas vacaciones de un mes en Gálatas, leyéndola por completo cada día hasta que pueda recolectar el fruto del Espíritu. Viaje en el evangelio de Juan hasta que sepa que ha pasado del reino de las tinieblas al reino del Hijo Amado de Dios. Sepa lo que significa entrar en el reposo de Dios, tener la vida eterna, ser liberado del pecado. Sí, le invito a experimentar la vida del nuevo pacto y a disfrutar de la gloria de Dios.

Para más estudio


Dale Ratzlaff

Dale Ratzlaff es el fundador de los ministerios Life Assurance, Inc., y dueño de LAM Publications, LLC. Sirvió como pastor adventista durante 13 años; siete de ellos, en la Academia Monterey Bay, donde enseñaba Biblia. Él y su esposa, Carolyn, partieron de la iglesia Adventista en 1981, cuando él se dio cuenta de que ya no podía continuar enseñando el juicio investigativo por cuestiones de conciencia. Dale ha escrito Sabbath in Christ (Sábado en Cristo) y Cultic Doctrine of Seventh-day Adventists (La doctrina sectaria de los Adventistas del Séptimo Día), The Truth About Seventh-day Adventist “Truth” (La Verdad sobre la «verdad adventista») y Truth Led Me Out (La verdad me llevó hacia fuera). Estos libros están disponibles en su sitio web: www.LifeAssuranceMinistries.com. Los Ratzlaff viven en Casa Grande, Arizona.