Colleen Tinker

Encontré el concepto de «la contextualización del evangelio» por primera vez a mediados de la década de los 1990 cuando entrevisté a Jerald Whitehouse, director del Global Center for Adventist-Muslim Relations, para un artículo que escribí para la revista Adventist Today. En ese entonces, no entendía que la contextualización que Whitehouse describió no tenía absolutamente nada que ver con el evangelio; pero el proceso que él describió abrió mis ojos a los esfuerzos posmodernos de crear una base común para conciliar las religiones y filosofías opuestas.

En breve, Whitehouse explicó que los adventistas habían empezado a «evangelizar» a los musulmanes y a establecer la confianza a través de la integración cultural y la adopción de sus tradiciones y su vestimenta. Dijo que los musulmanes respetaban a los adventistas en su observancia de las leyes alimentarias del Antiguo Testamento y su abstinencia del alcohol. Además, proclamó Whitehouse, ambos compartían un respeto por la Torá y por el patriarca Abraham; también, ambas religiones adoraban al mismo Dios. Alá, me aseguró Whitehouse, es el mismo Creador en el que creen los adventistas. Por consiguiente, los adventistas establecieron la confianza con los musulmanes, y poco a poco introdujeron a Jesús. En el aprendizaje de creer en Jesús, los musulmanes podrían convertirse en «cristianos» sin abandonar el Islam. Jesús, dijo Whitehouse, se integró muy bien con Alá; por tanto, «los creyentes» musulmanes no tenían que abandonar su tradición.

… entiendo con claridad porqué uno no puede conciliar ni combinar el evangelio bíblico con las creencias y las prácticas de una religión falsa…

Fue sorprendente oír que el Alá del Islam y el Dios de la Biblia eran idénticos, pero su explicación parecía lógica. Salí de la entrevista con preguntas no contestadas, pero la idea de encontrar una forma de contextualizar la idea cristiana de Jesús dentro del monoteísmo del Islam me intrigaba.

Apenas unos años después, estaba sentada en la Iglesia Trinity un domingo, escuchando a nuestra pastora de mujeres, Elizabeth Inrig, quien acababa de regresar de un viaje misionero de un país musulmán. Estaba vestida con un burka negro y nos habló de su encuentro con mujeres musulmanes. Después pronunció las palabras que me pegaron con la fuerza de un golpe: «Alá es un dios falso. Cualquier dios que no es una Trinidad es un dios falso».

¡Por supuesto! ¡Alá nunca tuvo un hijo nombrado Jesús!

De repente, mi prolongada disonancia cognitiva sobre las palabras de Jerald Whitehouse se resolvió. Aunque los métodos de Whitehouse parecían sofisticados e inteligentes, él estaba equivocado. Alá no es el mismo Dios Creador revelado en la Biblia. Es más, yo estaba empezando a comprender con una claridad espeluznante que la Trinidad descrita en la Biblia, un Dios en tres Personas, no era la misma «trinidad» que había conocido cuando era adventista. La trinidad adventista no era un solo Ser; era «un trío celestial» según Ellen White.

Ahora, cuando encuentro a cristianos que quieren evangelizar por medio de esta clase de «contextualización evangélica», entiendo con claridad porqué uno no puede conciliar ni combinar el evangelio bíblico con las creencias y las prácticas de una religión falsa que niega el evangelio enfáticamente. Tales intentos sincréticos destruyen el evangelio auténtico y dividen el corazón del prosélito entre lealtades opuestas.

La religión adventista es una distorsión de la cristiandad que quiere añadir las obras de la ley y enseña otro Jesús. Crea confusión en sus miembros y engendra una desconfianza en la Biblia y en Dios Mismo. Las doctrinas bíblicas del nuevo pacto, o sea, que Jesús es infalible y cumplió la expiación sustitutiva penal, son incompatibles con el tejido del adventismo. Y aunque el vocabulario adventista suena auténticamente cristiano, sus suposiciones subyacentes y definiciones no lo son.

En esta edición, compartimos las historias de fe de Aarika Shewmake, Stephen Pitcher, Dondra Cuff, Winona Miller, y Eunice Sellers. Martin Carey reflexiona sobre la diferencia que hay cuando uno que está afrontando cuestiones de la vida y la muerte conoce a Jesús; también nos explica cómo Dios ha conectado la fidelidad de Sus promesas con el orden fijo del cosmos.

Carolyn Macomber explora el permiso bíblico de lamentar; y yo examino más detalladamente lo que realmente necesitamos (y necesitamos evitar) mientras nos separamos de nuestra religión anterior. También en esta edición, Dale Ratzlaff explica por qué tenemos que separarnos de las creencias falsas para acercarnos a Jesús; Rick Barber expone la Creencia Adventista número 7; y Chris Lee nos desafía a prestar atención cuidadosa a las historias de los ex adventistas que se maravillan porque ahora tienen una relación íntima con Jesús.