Hace unos meses, leí un artículo titulado «Walter Martin Was Wrong: A Critique and Alternative to the Counter-Cult Approach to Cults», por John Morehead. Ahora bien, sí, creo que Walter Martin se equivocó en cuanto al adventismo (Vea la historia de Stephen Pitcher en esta edición de ¡Proclamación!), pero reaccioné fuertemente contra el artículo de Morehead.

Entiendo que Morehead es una figura prominente en su campo; es director del Western Institute for Intercultural Studies y Custodian del Evangelical Chapter de la Foundation for Religious Diplomacy. Sin embargo, creo que él no entiende la verdadera necesidad y la desesperación de los que están esclavizados en los evangelios falsos.

En breve, Morehead no concuerda con el método «contra-secta» de Walter Martin, en el que resume las creencias aberrantes de una secta y las contrasta con lo que la Biblia dice sobre las mismas doctrinas. Morehead rechaza este método, a veces llamado la estrategia «herejía-racionalista» como innecesariamente «hostil y agresiva».

Morehead reconoce que a menudo los ex miembros de las sectas validan el método de Martin. Sin embargo, Morehead rechaza los testimonios de los ex miembros como «anecdóticos», y por consiguiente, no confiables. Morehead propone otra manera de relacionarse con «los nuevos movimientos religiosos» (el nuevo término que reemplaza la etiqueta «secta» para causar menos marginación). En vez de las estrategias «contra-sectas» de comparaciones en teología, Morehead propone lo que llama «estrategias misiológicas interculturales».

En un modelo intercultural, no se ven las nuevas religiones principalmente «a través del prisma de herejía teológica»; en cambio, se ven como «culturas religiosas dinámicas». Por consiguiente, según Morehead, en vez de contrastar la verdad del evangelio con las creencias destructivas de la secta, los cristianos deben tratar de «contextualizar el evangelio dentro de la subcultura de las nuevas religiones».

¿La verdad o el sincretismo?

Creo que Morehead está equivocado. Entiendo su opinión de que la estrategia doctrinal-racionalista a veces puede ser abrasiva y agresiva; y acepto que algunas personas muestran una arrogancia contraproducente cuando se enfrentan con las sectas. Los argumentos en sí no cambian las mentes. Pero su solución intercultural no tiene sentido. En realidad, hay verdades absolutas; Dios nos ha dado Su Palabra, y es viva y relevante para toda la gente en todas las generaciones. Parece que Morehead, por otro lado, ha elevado la sensibilidad cultural y la contextualización evangélica por encima de la predicación del evangelio y de Jesucristo crucificado.

Para ser justa, creo que alguna contextualización del evangelio es necesaria cuando se presenta a Jesús a las personas sin conocimiento previo de la cristiandad o la Biblia. Pero para los que están atrapados en las sectas que se forman al margen de la cristiandad, sólo la obra cumplida de la encarnación, muerte y resurrección de Jesús ofrece la libertad. Contextualizar el evangelio en medio de una religión falsa corre el riesgo de crear una clase de sincretismo, y sus prisioneros quedan tan oprimidos como si nunca hubieran oído el evangelio.

Morehead habla del «ejemplo ignorado de Jesús» para apoyar su caso de una estrategia más culturalmente sensible. Con Juan 4:40-42 como su referente, Morehead describe la conversación entre Jesús y la mujer samaritana en el pozo como tal vez el ejemplo más poderoso de Jesús de un «intercambio mutuo, con paciencia y respeto, y una disposición tanto para escuchar como para hablar». Él nota que los samaritanos y los judíos no concordaban en el lugar apropiado para adorar a Dios y también en lo que constituían las Sagradas Escrituras. Pero según Morehead, Jesús «no menosprecia ni los samaritanos ni las doctrinas religiosas de los samaritanos». Morehead sugiere que los evangélicos deben emplear este modelo culturalmente sensible cuando hablan con individuos de otras creencias.

De hecho, cuando Morehead cita Juan 4:40-42, está destacando solamente un fragmento del encuentro de Jesús con la mujer samaritana. Estos versículos dicen: «Así que cuando los samaritanos fueron a su encuentro le insistieron en que se quedara con ellos. Jesús permaneció allí dos días, y muchos más llegaron a creer por lo que él mismo decía. “Ya no creemos sólo por lo que tú dijiste”, le decían a la mujer; “ahora lo hemos oído nosotros mismos, y sabemos que verdaderamente éste es el Salvador del mundo”».

En realidad, la conversación entre Jesús y la samaritana está escrita en Juan 4:7-26. Morehead está equivocado cuando dice que Jesús empleaba una estrategia no crítica con la samaritana del pozo. Expuso su pecado inmediatamente, de manera asombrosamente convincente y sin avergonzarla, pero declaró explícitamente que ella había tenido cinco esposos y estaba viviendo con uno que no era su esposo. Jesús expuso su religión como falsa y planteó dudas sobre sus comportamientos y creencias, diciendo que la salvación provenía de los judíos (una declaración un poco culturalmente insensible y divisiva según los estándares de Morehead), y declarando que, a diferencia de los judíos, los samaritanos adoraban lo que no conocían.

Es más, Jesús estaba haciendo mucho más que presionar a la mujer samaritana a escoger la religión correcta; Él declaró que era Dios. Ella entendió que para saber lo que Él sabía de ella, tenía que ser el Mesías (v. 29). También, estaba revelándose y preparando a los samaritanos para su papel no muy lejano, en la formación de la iglesia en Hechos 8. La historia de Jesús con esta mujer no es ningún ejercicio en la sensibilidad cultural libre de juicios.

Lo que necesitamos

Como ex miembro de una religión nueva, pienso que la estrategia racional es bíblica y obligatoria. Si nosotros, que éramos formados por evangelios falsos, no sabemos por qué sentimos tanta disonancia y locura, no encontraríamos una buena razón para aguantar la pérdida, el dolor, la vergüenza, y la culpa que sufrimos cuando nos separamos del adventismo. Sin embargo, hay un componente subjetivo que necesitamos, uno que Morehead ignora completamente. Frecuentemente, los que han sido formados por un evangelio falso son víctimas de abuso, y necesitamos que los cristianos entiendan esto. Sé que esta declaración es muy fuerte, pero he llegado a creer profundamente que es la verdad.

El abuso espiritual que casi inevitablemente acompaña un evangelio falso y un dios falso deforma totalmente el enfoque de la vida. Puesto que las religiones falsas no se basan en la verdad y la realidad, engendran enredos manipulativos; permiten transgresiones interpersonales porque nadie acepta responsabilidad, y no proveen una base de la verdad que enseña a alguien que, por ejemplo, el abuso sexual o el trauma físico no requiere que uno honre a sus padres en estos aspectos. Las religiones falsas producen temores y aversiones desde los primeros años de vida, porque las proclamaciones del profeta triunfan sobre lo que la Biblia dice. Por ejemplo, la profetisa dice que el que consume carne no será llevado al cielo sin morir, contradiciendo lo que Jesús dijo, que todos los alimentos son limpios (Mr 7:19), y que es una doctrina de demonios prohibir el consumo de alimentos (1 Timoteo 4:1-4). Las religiones falsas establecen ciclos de co-dependencia y hostilidad. Dentro del grupo, la existencia y el éxito de la familia dependen de las buenas apariencias sociales. Motivados por el alto rendimiento, la vergüenza, la culpa, y el temor, muchos padres quieren que sus hijos causen una buena impresión en la comunidad; y los padres, a su vez, producen hijos traumatizados que perpetúan las mismas formas de manipular a sus propios hijos.

En nuestros 15 años de trabajo con la gente que está saliendo del adventismo, Richard y yo hemos sido conmocionados por la prevalencia de abuso emocional, físico, y sexual, y esto añadido al evidente abuso espiritual; ojalá que no fuera tan «normal» en ese sistema.

Entonces, ¿qué necesitamos?

Primero, tenemos que conocer bien la Biblia. Necesitamos a cristianos que pueden colaborar con nosotros en el estudio bíblico, y que pueden darnos explicaciones bíblicas y racionales que demuestran que nuestras creencias sectarias están equivocadas y por qué. El conocimiento cognitivo de la verdad es necesario para ayudarnos a saber que no estamos locos, y para saber cómo y por qué podemos y debemos partir de nuestra religión falsa y toda la subcultura que la pertenece.

Segundo, no necesitamos que nos ofrezcan razones para permanecer en una religión falsa. Es difícil separarnos porque hemos sido engañados y traumatizados por el temor real de pérdidas permanentes y de aislamiento de todos aquellos a quienes hemos amado. Las divisiones que se forman entre los que parten en favor de Jesús y sus amados que se quedan en la religión normalmente no se resuelven, sino que se hacen aún peores con el tiempo. Los miembros de una secta son víctimas de trauma, pierden todo lo que conocen, incluso su apoyo emocional, sus familiares que todavía son miembros de la secta, y a veces su trabajo.

Tercero, necesitamos que los cristianos entiendan que las sectas hacen dos cosas: atraen y crean víctimas de trauma. Los que ministran a los miembros de una secta tienen que entender que no deben facilitar los lazos del miembro con, y los enredos culturales de, la secta. Las personas atrapadas en religiones falsas necesitan la realidad, no la cautela respetuosa. Requieren la misma exposición directa y verdadera que Jesús dio a la mujer al pozo, sin enojo o vergüenza. Y los cristianos evangélicos que ministran a los individuos atrapados en sectas tienen que comprender que éstos necesitan a Jesús. Pura y simplemente: los miembros de las nuevas religiones necesitan conocer a Jesús y el evangelio; y saber que el proceso de «análisis» sólo empieza con esto. Una vez que la persona aprende la verdad acerca de Jesús, Él les enseña la verdad acerca de sus vidas. El proceso de examinar y sanarse del pasado recién empieza; sin embargo, una relación con Jesús lo vale todo.

¿A dónde vamos cuando salimos?

Debido a mis experiencias con la pérdida, la pena y el trauma asociado con la partida del adventismo, y a mi descubrimiento que lo que antes creía sobre Dios, la salvación y de mi misma no era la verdad, sé que el énfasis posmoderno en la sensibilidad intercultural no ofrece la verdadera esperanza para los individuos atrapados en las sectas.

Entonces, ¿qué hacemos cuando empezamos a ver cuán dolorosas y confusas eran nuestras vidas anteriormente?

Estar espiritualmente vivos es lo que finalmente nos da la claridad para reconocer aquello que nos formaba. De hecho, a veces el dolor de la realidad se hace abrumador. Sólo porque tenemos la vida y el perdón de Jesús y Su Espíritu que habita en nosotros, podemos hacer frente a nuestro pecado y a los pecados en contra nuestra.

Cuando partimos del adventismo como cristianos recién nacidos de nuevo, todavía no tenemos una cosmovisión bíblica. Hemos empezado a conocer a Jesús, pero no tenemos una brújula interna, por la que podemos evaluar cuáles ideas o prácticas son «seguras» y cuáles no son «seguras». En ese punto, muchos de nosotros caemos presos del primer maestro cristiano convincente que encontramos. Si alguien puede citar la Biblia para apoyar doctrinas, fórmulas, maneras de orar o métodos para aumentar nuestra madurez espiritual, pensamos que es «seguro». Después de todo, el maestro se presenta como una autoridad y subraya sus puntos con textos de apoyo.

¿Cómo podemos saber en qué, y en quién, confiar?

Finalmente, tenemos que depender de nuestro Señor Jesús para enseñarnos lo que Su Palabra significa y cómo aplicarla a nuestras vidas. Dios envía a maestros como uno de Sus regalos para el cuerpo de Cristo, pero nosotros como sus hijos debemos poner a prueba cada maestro a la luz Su Palabra. Debemos ser como los judíos de Berea descritos en Hechos 17:10-11. Recibieron la Palabra con entusiasmo cuando Pablo les enseñaba, pero no tomaban literalmente su palabra como definitiva. Profundizaban en las Sagradas Escrituras (para ellos, es decir, el Antiguo Testamento), para estar seguros que lo que Pablo les decía era correcto (vea también 1 Tesalonicenses 5:21-22).

Un maestro fiel que enseña la Palabra de Dios nunca pedirá que un cristiano crea sus enseñanzas o explicaciones sin animarlo a buscar en las Sagradas Escrituras por sí mismo para averiguar lo que el maestro dice. Nosotros que hemos salido de una enseñanza falsa sólo tenemos una opción para saber lo que es verdad; tenemos que sumergirnos en la Biblia y pedir a nuestro Padre que nos enseñe lo que es real.

Podemos confiar en el Espíritu Santo que habita en nosotros y que nos enseña. A veces un pasaje bíblico o una idea no es claro, pero la falta de una comprensión total no quiere decir que la Palabra de Dios haya fallado o que sea errónea. Lo que debemos hacer en tales ocasiones es confiar en Dios y luchar con la Palabra. Es importante entender que cada palabra bíblica es cierta, y las palabras expresan los significados normales según las reglas gramáticas establecidas. Debemos orar y pedir que Dios nos muestre lo que Él quiere que aprendamos; y a veces tenemos que confiar en Dios sin resolver completamente cada duda. Mientras confiamos en Él y en cada palabra que dice, Dios nos enseña cómo aplicar Su verdad a nuestras vidas.

Cuidado con estas enseñanzas

Hay varias categorías de enseñanzas que los individuos en transición fuera del adventismo deben cuestionar. Quiero examinar brevemente cuatro de ellas, con una advertencia general: el uso de ciertos textos de prueba escogidos es la materia del adoctrinamiento sectario. Sin excepción, la enseñanza falsa que se disfraza como cristiana se reforzará con textos de prueba, y nunca debemos dar por sentado que podemos confiar en las intenciones de alguien que nos presenta tal texto. Antes de creer un predicador o maestro, debemos examinar el contexto del capítulo entero, si no el libro entero, del pasaje citado. Un texto de prueba es inválido si se lo usa para enseñar algo que es distinto del significado original que el autor quería comunicar a los lectores primarios.

Una categoría de la enseñanza falsa, la que tiene el potencial de estropearnos, sutil pero profundamente, es el regreso a las obras, disfrazadas como actividades para el crecimiento espiritual. Dentro del cristianismo, esta no se enseña generalmente como un medio de salvación (o justificación); en cambio, se la enseña como medio de santificación. Los proponentes de esta clase de enseñanza refieren a los pasajes como Santiago 2:14-20, diciendo, «Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta», o a los versículos como Salmo 46:10, que pide: «Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios». Usando estos textos, estos maestros sugieren varias «fórmulas» para las buenas obras diseñadas para disciplinar la mente de la persona que tiene el deseo de ser altruista, compasiva, meditativa, internamente quieta, y persistente en la búsqueda de experiencias para sentir y practicar la presencia de Dios.

Pero el contexto de Santiago es el resultado de Dios cuando obra en el cristiano para cultivar Su fruto; no está apoyando las buenas obras para desarrollar la fe. Si las buenas obras brotan de nosotros, no son las obras de Dios dispuestas de antemano a fin de que las pongamos en práctica (Ef 2:10). Si por otro lado, confiamos en Él y rendimos nuestros deseos y tentaciones y sueños a Él, Él va a producir buenas obras que demuestran la fe auténtica. Simplemente, Santiago está diciendo que cuando creemos a Dios, como lo hizo Abraham, haremos la voluntad de Dios como Él nos la ha revelado. Si no nos rendimos a la voluntad y la Palabra de Dios, nuestra fe confesada es sospechosa.

Aún más sorprendente es el contexto de Salmo 46:10. Este es el penúltimo versículo en un salmo que elogia a Dios como nuestro amparo y fortaleza. El salmista no está pidiendo que practiquemos el silencio y oír a Dios en la quietud interna. En contexto, está recordándonos que Dios es él que ha traído desolación sobre la tierra, ha puesto a fin las guerras, ha destruido los carros y ha quebrado las lanzas. Es Dios quien nos protege y destruye al enemigo; simplemente debemos estar quietos mientras Él lucha por nosotros. Este salmo enfatiza lo que Moisés dijo a Israel cuando se paró a las orillas del Mar Rojo: «Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes» (Éxodo 14:14).

Somos santificados exactamente del mismo modo que somos salvos—por medio de confiar en Jesucristo y someternos a Él. Renunciamos a nuestro derecho de manejar nuestro propio crecimiento espiritual. En cambio, entregamos nuestras luchas a Él, y rendimos nuestros resultados deseados a Su voluntad y Su Palabra. Confiamos en Él con «el cuadro general», y nos sometemos a Su Palabra para dar cada paso correcto. Nuestra santificación, como nuestra justificación, es la obra de Dios; Él hace este trabajo mientras confiamos en Él y rendimos nuestro control a Él.

Estrechamente vinculado con el movimiento «Palabra de fe» es la idea de «la guerra espiritual». Pero en este caso, el practicante cree que cualesquiera sean las tentaciones o los problemas persistentes que uno afronta, es probable que un demonio esté provocándolos. El practicante se dirige a un demonio específico, identificado como la causa de los problemas del cristiano, y aquél lo echa fuera. Desafortunadamente, aunque en el principio parece exitoso, a largo plazo tales intervenciones tienden a dejar a la persona en peores condiciones.

La ejecución del poder de Dios

Otra enseñanza falsa es el movimiento «Palabra de fe» con sus numerosas manifestaciones. Esta mala interpretación de cómo se ejerce el poder de Dios en la vida supone que Dios quiere nuestra felicidad y nos dará todos nuestros sueños solamente si creemos. El Salmo 37:4 es uno de los textos de prueba que ese movimiento interpreta mal: «Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón». Otro texto que citan fuera del contexto es Mateo 21:21-22 donde Jesús dice: «Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración».

Pero la fe no sólo consiste en creer que algo ocurrirá. La fe bíblica es confiar en Jesús, estar vivo en Él, y someterse a Su voluntad. El significado de este pasaje es confiar en Dios, no en decir que uno quiere algo e invoca el poder de Dios para llevarlo a cabo.

Jesús nunca prometió que tendríamos la prosperidad material o que estaríamos sanados de cada enfermedad, ni que tendríamos vidas felices o que estaríamos fuera de todo peligro. En cambio, Jesús dijo que los que dejan a padres, familias y terrenos por Él recibirían cien veces más en «casas, hermanos, hermanas, madres hijos y terrenos…», pero aquí viene el resto de Su promesa, «… aunque con persecuciones, y en la edad venidera, la vida eterna» (Mr 10:30).

Es más, Pablo estaba muy agradecido que a causa de Jesucristo él tenía contentamiento en «debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades… porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2Co 12:10). También, en este mismo pasaje, Pablo dice que Dios le dio «un mensajero de Satanás para que me atormentara» (v. 7), para que no se jactara porque lo había llevado al tercer cielo y había visto cosas que no podía reportar. Rogó a Dios tres veces que le quitara la aflicción, pero la respuesta de Dios era: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad» (v. 9).

La Biblia no enseña que tenemos la capacidad de mandar el poder de Dios por nuestro bien. En cambio, nos sometemos al poder de Dios; Él no se somete a nuestras exigencias. Isaías dice: «¡Qué manera de falsear las cosas! ¿Acaso el alfarero es igual al barro? ¿Acaso le dirá el objeto al que lo modeló: “Él no me hizo”? ¿Puede la vasija decir del alfarero: “Él no entiende nada”?» (Isaías 29:16). Pablo cita una parte de este trozo en Romanos 9:20 después de preguntar: «¿quién eres, para que alterques con Dios?» (Reina-Valera 1995). Job también aprendió esta lección importante. Al final del libro de Job, cuando Dios ha cambiado las tornas definitivamente preguntando a Job dónde estaba cuando Él creó todo sobre la tierra, Job el justo se arrepintió y admitió que había hablado de cosas que no comprendía. «De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos. Por tanto, me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza» (Job 42:5-6).

Dios es sagrado y omnipotente; somos Sus criaturas. Él es soberano y glorifica a Sí Mismo por medio de nosotros mientras nos sometemos a Él. Nunca le ordenamos a Dios.

Dirigir a los demonios

Estrechamente vinculado con el movimiento «Palabra de fe» es la idea de «la guerra espiritual». Pero en este caso, el practicante cree que cualesquiera sean las tentaciones o los problemas persistentes que uno afronta, es probable que un demonio esté provocándolos. El practicante se dirige a un demonio específico, identificado como la causa de los problemas del cristiano, y aquél lo echa fuera.

Desafortunadamente, aunque en el principio parece exitoso, a largo plazo tales intervenciones tienden a dejar a la persona en peores condiciones. Sin duda, el acoso demoniaco es real. Sin embargo, cuando los que sufren algún trauma son «exorcizados» en vez de recibir ayuda profesional, solamente serán abusados de nuevo. Los ejemplos bíblicos de la expulsión de demonios no ocurrieron en casos de pecado persistente o trastorno emocional, sino en casos de verdadera posesión demoniaca; y por último, un demonio no puede controlar a un cristiano que se ha entregado al Señor Jesús con confianza y fe.

Jesús Mismo explicó que alguien que es liberado de un demonio pero cuya «casa» queda vacía, va a ver que el demonio regresará con «otros siete espíritus más malvados que él». Ser liberado de un demonio deja a la persona vulnerable a un tormento más serio si no está llena del Espíritu Santo. Ese demonio no podía volver a entrar en la casa y morar allí si el Espíritu Santo estaba en residencia (Mt 12:43-45).

Por otro lado, los cristianos deben estar dispuestos a arrepentirse y aceptar la responsabilidad por su propio pecado. Si alguien tiene persistente tentación y pecado, el culpar a un demonio traslada la culpa de la persona a una entidad no humana. En cambio, el arrepentimiento y la sumisión a la disciplina y el consuelo de nuestro Padre y a Su Voluntad revelada en Su Palabra es nuestra reacción apropiada al pecado. Si un cristiano se enredaba con una influencia demoniaca antes de confiar en Jesús, su reacción apropiada es admitir que estaba involucrado en algo malévolo, arrepentirse, entregarse al Señor Jesús, y rendir el vínculo malo a Él, pidiendo que Dios lo libere de ello.

Sin duda, Satanás y sus demonios existen y somos ordenados a resistirlos (Stg 4:7). Jesús también nos enseñó una oración de guerra espiritual que podemos orar a nuestro Padre: «Y no nos dejes caer en tentación, sino líbranos del maligno» (Mt 6:13). La Biblia nunca enseña ni da un ejemplo de un creyente que presienta qué espíritus de su familia puedan aferrarse a él o ella; tampoco sugiere que podamos resolver el problema de nuestros pecados o trastornos emocionales por medio de expulsar a los demonios. Debemos confesar nuestro pecado, y Él es fiel para perdonarnos y limpiarnos de nuestra maldad (1Jn 1:9). Nosotros, no los demonios, somos responsables por nuestro pecado.

Finalmente, la promesa de Jesús a los que están destrozados y lastimados es Su cumplimiento de la profecía de Isaías 42:3, escrita en Mateo 12:18-21: «No acabará de romper la caña quebrada ni apagará la mecha que apenas arde, hasta que haga triunfar la justicia. Y en su nombre pondrán las naciones su esperanza».

La gracia gratuita

Hay una enseñanza herética más que ha crecido en popularidad entre los ex adventistas. Esta enseñanza cae en la categoría de «la gracia gratuita», aunque hay varias formas de enseñanza sobre este concepto. Actualmente, una de las variaciones circulando entre muchos ex adventistas es que cuando nacemos de nuevo, somos completamente «nuevos», y el pecado ya no existe en la vida del cristiano. No sólo tenemos la justicia imputada, sino impartida también. Esta enseñanza insiste que Dios no solamente nos ve como justos, sino que realmente somos intrínsecamente justos. El pecado carnal descrito en Romanos 7, entonces, es un poder externo que tienta a nuestra carne. Según esta enseñanza, el pecado ya no permanece en nuestra carne mortal; es una idea contraria a lo que Pablo escribe.

Además, esta teología insiste en que el nuevo pacto es completamente nuevo y distinto del antiguo pacto. No explica que el Señor Jesús vivió y cumplió cada uno de las sombras del antiguo pacto, y que se ha hecho la personificación de todo sacrificio, justificación, y salvación que Dios prometió a Israel. Pero esta herejía enseña que si simplemente somos escondidos en Jesucristo, y si Dios mira la perfección de Jesús cuando nos ve, entonces nuestra justicia es «una ficción legal».

A primera vista, esta creencia parece razonable porque proclama que estamos completamente seguros en nuestra salvación. Pero bajo la superficie, niega la verdad bíblica de que nuestra carne es pecaminosa y está en guerra contra nuestros corazones nuevos. También, puesto que esta creencia niega el vínculo íntimo entre el Antiguo Pacto y Jesús, quien es la personificación de las sombras del Pacto, los proponentes de esta enseñanza no perciben a Jesús como nuestro Sustituto completo. Y niegan que las mismas palabras de Jesús se apliquen a nosotros como cristianos que viven después de la cruz.

Sin embargo, el Espíritu Santo inspiró a los escritores de los evangelios a anotar las palabras de Jesús para la iglesia. No eran libros escritos como parte del Antiguo Testamento, sino parte del Nuevo Testamento. Por supuesto, los cristianos no obedecían a los fariseos en ejecutar las obras de la ley, ya que Jesús cumplió la ley. En cambio, las enseñanzas de Jesús muestran cómo Él se hizo el fulcro de toda la historia, el Único en que todos los requisitos justos de la ley fueron cumplidos. Aún más, revelan la verdadera identidad de Jesús como el Mesías, y explican que Él es la Vida y la Luz del mundo, es Él en quien tenemos vida y el perdón de los pecados. Jesús es nuestra justicia.

Conclusión

Como gente que ha sido rescatado por el Señor Jesús de un evangelio falso y letal, los ex adventistas saben que los intentos inter-culturales de contextualizar el evangelio auténtico dentro de nuestra cosmovisión anterior no les habrían dado vida. Sólo el evangelio de Dios, vivido por el Señor Jesús y revelado en Su Palabra, tiene el poder de liberarnos.

Aunque nos bombardean con engaños atractivos y textos de prueba que nos tientan a sus nuevas interpretaciones y prácticas después de nuestro encuentro con Jesús, no estamos indefensos contra ellas. Tenemos al Espíritu Santo que mora en nosotros, dándonos Su sabiduría y discernimiento, y enseñándonos la Palabra de Dios. Tenemos la obra cumplida de Jesús que ha roto la maldición de la muerte, perdonado nuestros pecados y nos ha sentado con Él a la diestra del Padre (Ef 2:4-7).

Tenemos la verdad absoluta revelada en las Sagradas Escrituras, y sólo la Palabra de Dios tiene el poder de perforar el velo de engaño y revelar a Jesús. Sólo la Palabra de Dios puede enseñarnos cómo confiar en Jesús, crecer y honrarlo.

Es la Palabra de Dios, no la relevancia social, que nos libera de la desesperación sin esperanza.

Es Jesús quien nos salva y revela la verdad sobre nuestras vidas mientras nos enseña cómo vivir según Su Palabra.

Es la realidad objetiva, y no un evangelio contextualizado, que ofrece la única esperanza de rescate del control absoluto de una secta.


UsColleen Tinker es redactora de la revista ¡Proclamación! Su esposo, Richard, presidente de Life Assurance Ministries, y ella son co-líderes del Compañerismo para ex adventistas en la iglesia Trinity en Redlands, California. Richard y Colleen se separaron del adventismo en 1999, y durante los últimos 15 años han estado ministrando a la gente, en línea y personalmente, que está cuestionando y separándose del adventismo. Tienen dos hijos y dos nietos.