colleenretouched[1]Un día, mientras ojeaba un foro en línea, leí con incredulidad las palabras de un ex adventista que describió su método de estudiar la Biblia. Declaró que leía todas las referencias relacionadas con cada tema bíblico para determinar lo que iba a creer. De esta manera, proclamó el escritor, había concluido que el infierno no era eterno. Pero es imposible llegar a ciertas conclusiones doctrinales, como la realidad del infierno, simplemente por medio de leer todos los textos que aparecen en una búsqueda de tópicos bíblicos por el Internet. El contexto, o sea, una lectura cuidadosa de capítulos y libros enteros, es esencial. También es obligatorio someter la mente y las creencias a la Palabra de Dios.

En mi experiencia, esta manera de usar la Biblia como una enciclopedia glorificada no es la única manera que algunos cristianos emplean para disminuir la Palabra de Dios. Hace unos meses escuché la petición de un líder cristiano que oró: «Padre, pedimos disculpas por nuestra codicia para las Sagradas Escrituras, y nos arrepentimos de ser glotones para Su palabra y por no haber llevado Tu palabra a nuestra comunidad».

Esta oración me hace pensar en otras frases que he oído con cada vez más frecuencia entre varios cristianos: «la bibliolatría» o la idolatría de la Biblia, «el conocimiento intelectual» en vez del amor del corazón, etcétera. La suposición subyacente de estas ideas es desconcertante: que una persona que se compromete a enfocarse en la Palabra de Dios como el fundamento y el timón para su vida tendría un pleno conocimiento intelectual de la Biblia y al mismo tiempo una vida desprovista del amor práctico para el mundo. Pero esta suposición es falsa.

La Biblia no es solamente un libro de datos secos. Es «la palabra de Dios que vive y permanece» según Pedro, mediante la cual hemos nacido de nuevo de simiente imperecedera (1 Pedro 1:23). Es «viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón» (Hebreos 4:12).

… el Espíritu Santo que mora en nosotros no reemplaza la Palabra de Dios, sino la enseña.

Si no nos sometemos a la Palabra de Dios y no nos comprometemos a emplearla para exponer nuestros motivos y nuestros pecados, no vamos a desarrollarnos. Si no sometemos las mentes y los corazones a la verdad sobre el Señor Jesús, es posible que nos comportemos de manera muy moral, pero impulsados por un ajetreo espiritual que silencia las palabras convincentes de Dios.

Como miembros del cuerpo de Cristo, a veces nos olvidamos de que el Espíritu Santo que mora en nosotros no reemplaza la Palabra de Dios, sino la enseña. La verdad no existe en la mente; existe en la Palabra de Dios. A no ser que saturemos la mente con esa verdad no seremos capaces de vivir unas vidas fructíferas.

Cuando la primera oleada de israelitas regresó a Jerusalén después de su cautividad en Babilonia, Zacarías recordó a sus compatriotas del error de sus antepasados: no tomaban en serio la Palabra de Dios:

Para no oír las instrucciones ni las palabras que por medio de los antiguos profetas el Señor Todopoderoso había enviado con su Espíritu, endurecieron su corazón como el diamante. Por lo tanto, el Señor Todopoderoso se llenó de ira (Zacarías 7:12).

Nosotros que somos parte de la iglesia cristiana, a diferencia de los israelitas, tenemos aún mejor acceso a la Palabra de Dios, y la responsabilidad de conocerla y someternos a ella. Debido a las publicaciones modernas, tenemos la Palabra de Dios fácilmente disponible, además de tener al Autor de la Biblia que habita en nosotros, que nos convence de nuestros pecados, nos enseña y nos guía en cómo dar cada paso nuevo. Es más, somos obligados a valorar la Palabra y dividirla correctamente. Debemos someternos a Su Palabra sin superponer nuestra comprensión.

En esta edición Dale Ratzlaff presenta la Palabra de Dios inerrante y suficiente como nuestro fundamento de la verdad, la que revela la realidad y expone el error, y Stephen Pitcher explica cómo The Clear Word presenta las enseñanzas de Ellen White en un formato engañosamente bíblico. Martin Carey explica cómo el Señor Jesús redime y restaura el rol de la humanidad en la creación con un estudio de Hebreos 2; Russell Kelly usa la gramática para demostrar que el juicio investigativo no puede ser la realización de Daniel 8:10-14. Jonathan Winn comparte su experiencia de observar el adventismo de «afuera», y también tenemos reportes de nuestros columnistas Rick Barker, Chris Lee y Carolyn Macomber.

Mi oración es que un amor creciente hacia la Palabra de Dios eterna y suficiente vaya a transformar nuestras vidas, dar fruto para el reino y llenar nuestros corazones de alegría.