En esa conferencia de 1919, se determinó que la organización adventista no se humillaría al admitir a su membresía los problemas teológicos de Ellen White.

«Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ansiedad, porque 2603399él cuida de ustedes» (1 Pedro 5:6-7). Este versículo empieza con un mandato de humillarse. Mi problema es que no me gusta humillarme, especialmente cuando tengo que reconocer que estoy equivocada. Es más, para ser franca, no puedo aguantarlo cuando estoy equivocada porque me lastima el orgullo, y el orgullo es una bestia que no muere fácilmente. La humildad es difícil.

Cuando examino el orgullo más a fondo, veo que consta de varios aspectos: la importancia propia, el egoísmo, la auto-adulación, la auto-admiración, la autoestima inflada, la arrogancia, la vanidad, y la egolatría. ¡Ay! Creo que el orgullo también puede involucrar un poco del auto-engaño. En otras palabras, puedo racionalizar mi culpa, diciendo que realmente era la culpa de otra persona; o puedo decir que una circunstancia fuera de mi control causó mi error o que causó que me quedara atorada. A menudo, el orgullo me mete en líos; y la humildad me saca de líos.

Un ejemplo de mi proceso de ser más humilde es cuando reconocí que había creído un evangelio falso y seguido a una profetisa falsa. Me habían comisionado pastora asociada de la iglesia adventista. Me habían bautizado en las doctrinas falsas. Yo estaba equivocada. Quedé humillada. Una de las cosas más difíciles que tenía que hacer fue admitir mi error y dar la espalda a la iglesia adventista.

Esta experiencia humillante fue insoportablemente dolorosa y puso en movimiento otras experiencias dolorosas. Pero el dolor me ha traído muchas recompensas, y es difícil articular las recompensas. Tengo una alegría profunda al entender que estoy segura en Jesucristo, por los siglos de los siglos.

Recuerdo que la iglesia adventista tuvo una buena oportunidad para humillarse y arrepentirse en 1919. En la Bible Conference 1919, los líderes adventistas clave se reunieron para hablar sobre muchos temas pero, en particular, sobre si Ellen G. White era una profetisa auténtica de Dios con inspiración verbal. Las actas de esta conferencia fueron selladas por 50 años, pero finalmente se publicaron. Estas actas son muy largas, pero reveladoras. Usted mismo puede leer la transcripción oficial aquí: www.docs.adventistarchives.org//documents.asp?q=documents.asp&CatID=19&SortBy=1&ShowDateOrder=True, o en otro sitio: www.sdanet.org/atissue/books/1919bc/

En esa conferencia de 1919, se determinó que la organización adventista no se humillaría al admitir a su membresía los problemas teológicos de Ellen White. En cambio, decidieron que no iban a manifestar la evidencia clara de que E. G. White era una profetisa falsa y que no era inspirada por Dios. Las actas mencionan que los líderes temían que si la verdad se descubriera, los miembros de la iglesia adventista «perderían su fe». Se sellaron estas actas, desconocidas por el público, por 50 años.

¿Qué habría pasado si los líderes de la organización hubieran dicho la verdad sin vacilar en 1919? ¿Esa religión estaría «celebrando» el aniversario sesquicentenario de la organización? ¿Miles de miembros seguirían leyendo los tratados de Ellen G. White, como si fuera inspirada por Dios? ¿Y centenares de adventistas hubieran muerto creyendo que tenían la verdad, pero sin el conocimiento salvífico del evangelio de Jesucristo? ¿Qué habría ocurrido si los líderes clave se hubieran humillado y arrepentido de su error?

Ante Dios, tenemos que preguntarnos algunas cosas difíciles. ¿Cómo vamos a humillarnos cuando se revele la verdad y tengamos que tomar una decisión? ¿Nos humillamos en la verdad o continuamos con nuestro orgullo? ¿Estamos dispuestos a humillarnos, arrepentidos, cualquiera que sea la situación o circunstancia?

La Biblia dice: «Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes. ¡Pecadores, límpiense las manos! ¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón! Reconozcan sus miserias, lloren y laméntense. Que su risa se convierta en llanto, y su alegría en tristeza. Humíllense delante del Señor, y él los exaltará» (Santiago 4:8-10).

Humillarnos ante el Señor es difícil, pero el Señor promete que nos exaltará en el futuro. Dios pide que tengamos el valor de humillarnos en arrepentimiento, sean lo que fueren nuestras situaciones, relaciones o circunstancias. Tarde o temprano, todos tendremos que hacernos la misma pregunta: ¿Voy a humillarme ante Dios o voy a continuar viviendo en orgullo?

La recompensa para el sufrimiento del dolor de la humillación vale la pena.


Carolyn Macomber estaba estudiando para el doctorado en la Universidad Andrews cuando descubrió contrCarolyn Macomberadicciones entre el adventismo y la Biblia. Renunció a su membresía en la iglesia adventista en 2009. Es miembro de The Chapel Evangelical Free Church en St. Joseph, Michigan, donde es líder de un grupo de compañerismo para ex-adventistas. Su trabajo consiste en ayudar a familias a preparar a sus hijos para el ingreso a la escuela.