Flowers

     Los seres humanos tienen valor intrínseco porque portan la imagen de Dios y reflejan algunos de Sus atributos.

El mundo acaba de celebrar la Pascua, y con la resurrección de Jesús vívida en mi mente, mis pensamientos cambian de dirección a un tema inesperado. En mi escritorio hay un trozo de papel, que me está llamando la atención. Está cubierto de notas que garabateé cuando estaba escuchando al equipo de debate de la escuela secundaria de mi hija. Los dos debatientes estaban deliberando sobre cuando es o si es aceptable que un gobierno intervenga en los asuntos de otro gobierno con el propósito de defender los derechos humanos. El debatiente que avanzaba el argumento que los gobiernos deben intervenir sostenía que hay derechos que son intrínsecos para la humanidad; negar o abusar estos derechos es inmoral y deshumanizante. Por consiguiente, los gobiernos tienen una obligación moral de intervenir cuando los derechos están siendo violados.

Mientras el argumento fue convincente, la posición antitética, que los gobiernos no deben intervenir, también ganó muchos puntos. Me encontré escribiendo preguntas, tales como: «¿Qué hace intrínseco un derecho para la humanidad?, ¿Qué derechos son verdaderamente intrínsecos versus aquellos que son asumidos?, ¿Qué abusos permitimos y qué abusos nos llevan a intervenir?, ¿Por qué es inmoral deshumanizar a alguien?, ¿Quién define esta moralidad?». En la ausencia de respuestas para estas preguntas clave, en la superficie parece que ambas posiciones pueden ser válidas.

Creo que las ideas asociadas con la dignidad humana y los derechos humanos innatos no tienen significado aparte de una cosmovisión subyacente. Si los seres humanos sólo son el producto del tiempo más la probabilidad, entonces los conceptos de dignidad y derechos innatos son absurdos. Si hay tales cosas como la dignidad o los derechos inherentes, entonces estas cualidades deben derivarse de algún estándar objetivo. Aparte de tal estándar sólo queda la subjetividad relativista o la aserción que no hay bien o mal. Aparte de un estándar objetivo y externo, simplemente existe lo que es.

Una cosmovisión enteramente materialista no puede responder de manera satisfactoria por qué se deben garantizar la dignidad y los derechos a los seres humanos, o por qué esta es una cuestión de moralidad. No hay una razón contundente para insistir que los seres humanos deben tener derechos que van más allá de los de otras especies de animales si estamos aquí por medio de mutaciones aleatorias y la sobrevivencia del más fuerte. No hay dignidad distintiva en ganar una lotería genética.

Los seres humanos sólo tienen dignidad intrínseca si esa cualidad es incorporada en la persona de alguna manera. En la teología cristiana, la dignidad humana es incorporada, concedida por un Creador. Los seres humanos tienen valor intrínseco porque portan la imagen de Dios y reflejan algunos de Sus atributos. Tenemos ciertos derechos inalienables porque estos también son concedidos por el Creador. Estos derechos naturales no dependen de las leyes, las costumbres, la cultura o los gobiernos humanos, sino que dependen de la ley universal natural que Dios ha establecido en Su creación.

Pero estos derechos no son las únicas cosas que hemos recibido. Nuestro Dios no nos creó y nos dejó simplemente para que nos valiésemos por nosotros mismos. Más bien, vino al mundo y se hizo hombre para habitar con nosotros. Vino a los que Él creó, y nosotros, los seres humanos, lo matamos; pero ese no es el fin de la historia. Resucitó y vive hoy. Cualquier persona que creen en Él, le es dado el derecho de ser hijo de Dios, nacido de Dios (Jn 1:9-13). Puesto que resucitó y está sentado a la diestra de Dios Padre, los que creen son levantados con Él y sentados en los lugares celestiales (Ef 2:6). Debido a la Pascua, no hay necesidad de cuestionar nuestra dignidad o nuestros derechos. Hemos recibido el derecho humano principal: hemos sido adoptados en la familia de Dios. Tenemos estas grandes riquezas, no porque las merecemos, sino por medio de Su gracia y Su bondad para nosotros en Jesucristo. A causa de la muerte y la resurrección de Jesús, ¡tenemos un derecho digno de celebración!


Chris LeeChris Lee vive en Lincoln, Nebraska, con su esposa, Carmen, y sus hijas, Ashlyn y Alyssa. Van a la iglesia Lincoln Berean. Chris se describe como «adicto a la teología», cuya misión es proclamar la gracia incomprensible de Jesús de manera clara, comprensible y bíblica. Chris es redactor del blog ¡Proclamación! en ProclamationMagazine.com. Pueden comunicarse con Chris por correo electrónico al ambulater@gmail.com.