Sharon Clark
SHARON CLARK

Me llamo Sharon. Soy una hija de Dios, recuperándome del adventismo.

Mi historia es muy distinta de otras historias, pero en su esencia es normativa. Por muchos años me enfoqué principalmente en las reglas. Ahora, mirando hacia atrás, a mi largo viaje de separación, me doy cuenta de que mi narración es una de recuperarme de las reglas, el miedo, la culpa, la vergüenza, la angustia, los pensamientos en términos de blanco y negro, la búsqueda de aprobación, y la falta de confianza en Dios.

Nací y crecí en Wisconsin, en una familia adventista de segunda generación, y asistí a la escuela primaria de la iglesia adventista, Wisconsin Academy, y luego estudié en la Universidad Andrews. Enseñé en Loma Linda Academy (LLA) por doce años. De hecho, durante mi último año allí, me dieron el honor de recibir el premio «Zapara Excellence in Teaching Award». Mi experiencia en «la iglesia» fue positiva. Absorbí todas las enseñanzas y era buena para obedecer las reglas. Me gocé de todo: el internado, las reuniones campestres, y Pathfinders. Incluso hoy, cuando se cantan los himnos antiguos, estos me llenan de amor con respecto a mi vida pasada y mis recuerdos de los bautismos cerca del lago. De hecho, cuando me bauticé, sentí al Espíritu Santo caer sobre mí mientras salía del agua. Estaba orgullosa de ser adventista y me sentía especial porque teníamos el conocimiento suplementario de Ellen White que la Biblia no tenía. Teníamos más que los cristianos «regulares».

Como la persona muy obediente que era, estudié el manual de la iglesia porque quería aprender las reglas. Crecí como una persona sentenciosa, farisaica, temerosa de las nubes blancas (porque Jesús vendría de nuevo en las nubes, de la misma manera que subió), de Dios, del infierno, y del tiempo de tribulación.

Cuando era joven, me molestaban las reglas culturales que parecían inconsecuentes. Por ejemplo, la iglesia no permitía usar joyas porque eran un adorno y eran costosas, pero muchos adventistas invertían de manera extravagante en sus casas y automóviles. Promovían el vegetarianismo y prohibían las carnes impuras por razones de salud y religión, pero cuando teníamos comidas «potluck», cuando todos contribuían platos, la comida estaba llena de azúcar y grasa, y eran ocasiones para la glotonería. No podíamos bailar, pero patinamos e hicimos «el Grand March» (la marcha grande) con nuestros novios. El día de šabbat, podíamos hablar sobre lo que íbamos a comprar, pero no intercambiábamos dinero. No podíamos ir a las películas, pero traían películas a la escuela. (¡Supongo que nuestros ángeles no nos abandonarían si estuviéramos en el gimnasio adventista!). Estaba prohibido jugar a las cartas, pero jugamos a «Rook» cuando salimos de viajes con la banda de la academia. No matábamos sino que éramos objetores de conciencia, pero la posición pro elección sobre el aborto terapéutico era una creencia subyacente sutil.

Más tarde, cuando de adulta me mudé a California, encontré  nuevas incoherencias. No podíamos salir a comer durante el šabbat, pero era aceptable que otra gente trabajara para darnos de comer. Sin embargo, durante el šabbat, no habríamos trabajado en restaurantes para servir comida a otras personas. Es más, como miembro del profesorado de Loma Linda, no podía usar joyas, pero mi hija en el duodécimo grado de la escuela, al otro lado del campus, podía tener las orejas perforadas.

Mi familia y mis amigos adventistas me dicen que el adventismo ha cambiado, que ya no es como era, pero veo incoherencias en lo que los adventistas creen cuando hablo con un amigo u otro, y dependiendo de la localidad. Por ejemplo, los adventistas dicen que no creen en Ellen White, pero inconscientemente viven según una cosmovisión formada por las cosas que ella dijo. Parece que las diferencias externas entre adventistas sirven para ocultar la realidad esencial de la religión.

Empecé a cuestionar

A pesar de estar perturbada por estas incoherencias, empecé a cuestionar mis creencias al comenzar a leer la Biblia a mediados de la década de los setenta. Uno de mis primeros descubrimientos sucedió cuando estaba leyendo el Nuevo Testamento sobre la gente bautizada. Estas personas solo creían en Jesús, y eran bautizadas. Esta práctica era contraria a mi experiencia, cuando levanté la mano 27 veces para señalar mi acuerdo con las 27 creencias que la iglesia adventista profesaba.

Mis próximos descubrimientos ocurrieron en la iglesia cerca de 1979. Encontré un libro titulado Security of Salvation, escrito por el psicólogo adventista, Richard Niles. Llamó mi atención. ¿Quiere decir que es posible saber? Lo leí con mucho interés e intensidad, y el libro quitó mi temor de las nubes.

De hecho, un día, unos años después, mientras estaba preparándome para ir a trabajar en la academia de Loma Linda, miré una nube magnífica por la ventana, como las nubes en las imágenes de Harry Anderson. La nube tenía una abertura y los rayos coloridos de luz del arco iris emanaban de ella. ¡Yo estaba segura de que en cualquier momento Jesús y Sus ángeles iban a aparecer! Estaba preparada para ir a la casa de Dios y dejar mi casa bonita. No tenía miedo.

Hablé con mis hijos sobre qué hacer. Si nos quedábamos y esperábamos Su llegada en las nubes, y luego nos dábamos cuenta de que no era Él, ¿cómo explicaría mi llegada tarde al trabajo? «¿Llegué tarde porque vi esta nube y pensé que Jesús iba a venir?». No creo que hubieran aceptado esta explicación, aun en la academia Loma Linda.

Mientras observaba, la nube se evaporó, y fui a trabajar con los ojos llenos de lágrimas. De todos modos, estaba agradecida porque había comprendido que ya no tenía miedo y estaba lista para ir al cielo. No tenía miedo en lo más mínimo. Un poco después de este acontecimiento, una joven mujer en el mall me preguntó si yo era salva. Sin vacilar y con plena confianza y seguridad, le dije: «Sí». Esta certidumbre me dio una nueva libertad maravillosa, la cual sentí en la iglesia adventista por casi 20 años. Sin embargo, un sentido de culpa acompañaba esta libertad.

Más cuestionamiento

Durante la década de los ochenta, mucha gente estaba cuestionando la autoridad de Ellen White y muchos se separaron del adventismo. Escuché a Walter Rea hablar de sus investigaciones que demostraron que Ellen había copiado mucho de su trabajo. Esta información no me sacudió ya que me había enfocado en Jesús, y no en una mujer. Todavía asistía a la iglesia, pero no me concentraba mucho en ella. De todas formas, no me gustaban Child Guidance, The Adventist Home, ni Messages to Young People, porque siempre me hacían sentir culpable. Nunca podía estar a la altura de estos estándares, y ella no ofreció sugerencias para cumplir con sus requisitos.

Estaba empezando a cuestionar las doctrinas de la iglesia, y me preguntaba si la denominación era una secta. Leí un libro de Walter Martin sobre las sectas, y di un suspiro de alivio cuando vi que Martin colocó a los adventistas en el grupo de cristianos evangélicos. Pero quedé un poco confundida sobre el término «evangélico».

En un tiempo cuando yo y unas colegas estábamos trabajando en un programa de escuela bíblica durante las vacaciones (Vacation Bible School, VBS), para la iglesia de la Universidad de Loma Linda, estábamos previendo varios programas no adventistas para nuestra VBS. Recuerdo que había pensado que estos programas presentarían a Jesús de una manera distinta a los adventistas. Hablaron sobre la idea de recibir a Jesús y guiar a otras personas a Él. Esas ideas eran muy distintas de las nociones adventistas.

A fines de la década de los ochenta, se abrió el Celebration Center. Era una iglesia adventista, pero tenía un estilo de adoración muy distinto, con la música de alabanza, libertad y transparencia, sin reglas e incongruencias en sus prácticas. Encajaba mejor con mis creencias que seguían evolucionando, y empecé a asistir. Me encantaba la música y la adoración de nuestro Dios durante el servicio. Es más, descubrí algo que siempre había querido. Enseñaron la gracia con libertad, y descargué mi pena y culpa en los escalones de la iglesia durante sus «Jardines de Oración». Aprendí cuánto Dios me amaba y cómo expresar mi adoración y amor para con Él. Aquí también empecé un programa de doce pasos para recuperación.

A pesar de mi adventismo subyacente, Dios me estaba tocando y cambiando.

El aislamiento era otro problema que tuve que resolver. Había vivido una vida protegida en las escuelas adventistas, y nunca me asociaba con gente fuera del círculo adventista. Solo conocía «la jerga adventista». De hecho, después de ir a la universidad, era difícil relacionarme con mis vecinos y colegas que tenían otras creencias. Como maestra en la escuela pública, por ejemplo, nunca iba a la sala de los profesores. Muchos años más tarde, me encontré en un restaurante y me fijé que era la única adventista a la mesa. Todavía recuerdo el pánico que sentía en el pecho.

Finalmente, después de dejar de enseñar en LLA, aprendí el baile de salón, e iba a las clases de danza los viernes. Fue durante esas danzas cuando practiqué la capacidad de socializar y conversar fuera de mi «jerga adventista».

Dejé mi identidad

Di mi primer paso fuera del adventismo alrededor de 1994. Había algunos cambios en Celebration Center que no encajaban con mi recuperación nueva, y no podía asistir. Quería continuar en una iglesia con el mismo estilo de alabanza a Dios, donde podía expresar mi amor por Él, pero tenía que buscarla fuera del adventismo porque el resto de la comunidad adventista estaba criticando a Celebration.

Mi partida del adventismo me dejó con mucha angustia y pena por muchos años. Estaba separándome de todo lo que conocía, todos mis amigos de siempre, y todas las instituciones de la iglesia. Es más, creía que estaba totalmente perdida si no adoraba a Dios en el šabbat, o sea, si no adoraba a Dios en un edificio durante el sábado. Por consiguiente, los domingos iba y venía entre un pequeño grupo adventista, que derivaba de Celebration, y la Iglesia Victoria Community (ahora llamada The Grove) en Riverside.

Rezaba con mucha fuerza para que Dios me ayudara con este dilema, y Él me ayudó. Dios puso varios libros en mi camino y proveyó varios pastores (de sábado y domingo) que enseñaron sobre el šabbat. Me confortaba saber que Dios estaba conmigo, apoyándome.

Después de meses de lucha, finalmente tomé una posición con respecto a un dato que yo consideraba era fundamental: si era salva por haber escogido un día para entrar en un edificio y adorar a Dios, entonces no era salva mediante la gracia, y la muerte de Jesús en la cruz no significaba nada.

Aunque no lo entendía completamente, en 1995, terminé arbitrariamente mi lucha sobre el šabbat y me uní a la Iglesia Hillside Community en Rancho Cucamonga. Durante cinco años, por lo menos, mi ciclo semanal se convulsionó; no sabía si era sábado, domingo o lunes. Los versículos sobre el šabbat seguían molestándome, y no comprendía por qué esta gente devota a la Biblia no sabía que estaban adorando a Dios el día incorrecto.

Quince años después de mi partida de la iglesia adventista y la cancelación de mi membresía, todavía era una adventista que iba a la iglesia el domingo, y filtraba todas las enseñanzas de mi iglesia cristiana por un prisma adventista. Poco a poco, empecé a reconocer que había muchas más diferencias entre el adventismo y la cristiandad de lo que había pensado. No había «desembalado» mi maleta adventista de doctrinas.

En un grupo de estudio bíblico, aprendí que Adán estaba con Eva junto al árbol del Jardín de Edén, y escuché que Miguel era un ángel, no Jesús. Tenía confusión sobre los postreros días, el estado de los muertos, las carnes impuras, el infierno eterno, la Pascua, el Antiguo y el Nuevo Pacto, y los versículos de šabbat; y nunca había entendido el juicio investigativo.

Mi esposo, un cristiano evangélico, dijo que cuando yo muriera, podría descansar a causa de todas las reglas que tenía que obedecer, pero cuando él muriera, iría directamente al cielo.

En 2009, mi ayuda llegó. A través de una serie de conexiones y Facebook, encontré un libro llamado Sabbath in Christ. En el proceso de obtenerlo, encontré un libro titulado The Truth About Adventist “Truth”, ambos escritos por Dale Ratzlaff. La «verdad» que Dale exponía era difícil de aceptar. Después de leer estos libros, encontré el sitio web del Former Adventist Fellowship y conocí a Colleen Tinker. Ella me invitó a una reunión del Former Adventist Fellowship (FAF) en Redlands. Decidí que tenía que buscar la verdad por mí misma. Con la ayuda de los libros de Dale y tres años de estudios bíblicos patrocinados por FAF, y las revistas ¡Proclamación!, y las conferencias de los fines de semana de FAF, empecé a aprender la verdad.

Uno por uno, desembalé todos los errores incrustados en mi cosmovisión, y durante la conferencia de FAF de 2011, cuando Mark Martin habló, mis últimos pilares cayeron. No voy a dar todos los detalles de las doctrinas que tenía que olvidar, porque otras personas lo han hecho mejor que yo en sus testimonios. Pero tengo que decir que cuando supe de cómo The Clear Word había sido cambiada para concordar con Ellen, me enfurecí. Siendo una comedora compulsiva, cuando llegué a mi casa, fui directo al armario de la cocina, abrí una lata de carne de cerdo con frijoles que mi esposo tenía, y me comí todo. Entendí que al dejar el adventismo, lo había enterrado vivo. Lo había colocado fuera de la vista, pero todavía no había desaparecido, sino que había resurgido, y exigía ser confrontado.

Verdaderamente libre

            Ahora ya no soy adventista y no leo la Biblia a través de un filtro adventista. Me retracto del adventismo y no me voy a seleccionar cuál de las 28 creencias voy a creer, como lo hacen muchos adventistas actuales. No hay unidad en eso. He pasado por una pena que no puedo explicar, pero ya no estoy entre dos mundos, y puedo vivir con integridad y compartir mi historia. Siempre he tenido miedo de compartirla a causa de todos los ex alumnos maravillosos que tengo en Facebook. Pero ya no puedo preocuparme más de su opinión acerca de mí. Lo que me importa ahora es que mi tiempo de pena se terminó y me he ajustado a una vida nueva de libertad en Jesucristo. Acabo de terminar mi octava lectura de la Biblia entera, y he descubierto a un Dios que es más grande de lo que jamás pensaba; Él es soberano y está totalmente en control. Puedo confiar en Dios con toda mi voluntad y mi vida.

Como dice el Libro Grande de Alcohólicos Anónimos: «No lamento mi pasado ni quiero cerrar la puerta a ello». Recibí una buena educación que me sirvió bien en mi carrera como maestra. Aprendí una ética de trabajo sólida, y tengo un gran amor por la naturaleza que vino de Pathfinders, los campamentos de jóvenes y sus líderes.

Estoy endeudada al liderazgo y la integridad de los Tinker, Mark Martin, los Ratzlaff y mis amigos de FAF de Redlands, que me han guiado a la Biblia sola. Era necesario que alguien que había estado en el mismo lugar me ayudara a hacer la transición fuera del adventismo. Ha sido una maravilla no viajar este camino a solas.

Ahora, mi recuperación ha alcanzado niveles nuevos. Durante los últimos cinco años, he estado sirviendo en mi iglesia como líder del ministerio de Celebrate Recovery. Siento estar en el centro de la voluntad de Dios más que nunca en mi vida.

Doy gracias a Dios porque me dirigió continuamente a Sí Mismo y porque me dio libertad en Jesucristo. Él es fiel y es todo lo que necesito.


Sharon Clark creció en la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Wisconsin, y recibió su educación en escuelas adventistas desde la primaria hasta la Universidad Andrews. Por 12 años, enseñó en Loma Linda Academy, y recibió el premio, Zapara Excellence in Teaching Award. Sin poder reconciliar las incongruencias del adventismo, ella empezó a ir a «una iglesia dominical» en 1995. En 2009, empezó a asistir a las reuniones de Former Adventist Fellowship y se dio cuenta de que todavía no había revisado sus creencias adventistas. Tres años después, finalmente reconoció que ya no era adventista, y actualmente es líder del ministerio Celebrate Recovery en la iglesia donde asiste con su esposo Derwood, en Rancho Cucamonga, California.