brokenChainLIGHTtifJoni SchmidtComo adventista de la cuarta generación, yo estaba orgullosa porque no tenía que buscar la «verdad» bíblica, pues ya la tenía. Por consiguiente, cuando tenía 10 años, me bauticé en la iglesia adventista después de participar en una serie evangelista dada por Dick Barron. Pero no sentía la alegría que creía que debía sentir cuando «entregué mi corazón a Jesucristo». O, pensé, tal vez era demasiado joven. Por lo tanto, a la edad de 19 años, me bauticé de nuevo. Cuando esa vez subí del agua, solamente percibí que estaba mojada.

Me casé a la edad de 20 años, tuve una hija, Nicole, cuando tenía 21 años, y me divorcié cuatro años después. Durante todo el tumulto, estaba criando ciegamente a mi hija en la iglesia adventista.

Volví a casarme cuando tenía 30 años, esta vez a un hombre maravilloso quien, aunque había crecido en la iglesia católica, no era practicante. Conocía mis creencias, y me dijo que lo que creía era un error, pero no se quejaba de mi religión siempre y cuando me hiciera feliz. ¡De hecho, solía bromear con sus amigos diciendo que resultó barato salir conmigo porque no tomaba alcohol, ni comía mariscos, ni usaba joyas!

Luego de nuestra boda, Carl y yo obtuvimos la custodia plena de los dos hijos de él, y empecé a llevar a Alaina y Aric a la iglesia cada semana con Nicole. Alaina abrazó totalmente la estructura del adventismo y todavía es adventista, pero Aric solamente asistió para complacerme. Por no saber exactamente cómo «guardar» el šabbat, lo torné en un trabajo pesado para toda mi familia. La única cosa que permitía era sentarse en la casa y hacer «actividades seculares» [tomar siestas] como hicimos nosotros cuando era niña. Después de todo, era un día de descanso.

Cuando Nicole llegó a ser adolescente, la crítica de los miembros mayores de la iglesia empezó: «Tu falda es demasiada corta»; «¿Tu mamá permite que te pongas esto para ir a la iglesia?». Comenzó a rebelarse y cuando tenía 17 años, se fue de la casa y rechazó el adventismo de una vez por todas.

Intento de conectar con Dios

Concluí que no era bíblico bautizarme cada nueve años, pero sin saber cómo conectarme con Dios sin que mi pecado fuera un obstáculo, cada vez que había un llamado al altar, pasaba adelante para dedicarme nuevamente. Eran las únicas ocasiones en las que tenía alguna esperanza de acercarme a Él. No podía conectarme con Él durante la semana porque todavía pecaba, sin importar cuánto intentara obedecerlo. Sin embargo, puesto que nosotros los adventistas teníamos «la verdad», yo suponía que Dios vería que estaba intentando sinceramente estar a la altura de toda la luz que tenía.

¡No podía creer lo difícil que era ser cristiano! Era un trabajo duro a tiempo completo. Me desalenté a causa de mis deficiencias, y a pesar de usar toda mi voluntad para seguir el ejemplo virtuoso de Jesucristo, todavía no me sentía salva. Por más que quería, no podía darme cuenta de lo que el Salvador había hecho por mí, y todavía me esforzaba mucho para ser perfecta.

Luego, en 1999, mi cuñada Lidia (y una adventista de la tercera generación) organizó un retiro para mujeres para compartir lo que había aprendido en una conferencia no adventista. Hizo una cosa muy increíble, invitó a varios oradores cristianos que no eran adventistas para el fin de semana, y por primera vez sentí que podía estar más cerca de Dios. Después de eso, sentí paz. De hecho, cuando Nicole nos visitaba ocasionalmente, ella decía que yo estaba cambiada, y quería lo que yo tenía.

En 2002, ayudé a plantar una iglesia nueva en San Antonio para adventistas que querían tener música contemporánea y un ambiente menos formal. Unas 25 personas en nuestro grupo disfrutaron de la iglesia Northside Adventist Fellowship (NAF). Durante un fin de semana en el que nuestro pastor estuvo ausente, nuestro anciano (que en realidad era joven) predicó sobre el šabbat del nuevo pacto, y dijo que la gracia de Dios era suficiente. ¡Nunca antes había escuchado este mensaje! Resonó en mí, pero la idea de que la gracia suficiente de Dios no era compatible con el adventismo nunca se me ocurrió. Un poco después, nuestra pequeña iglesia se disolvió, y quedó a la deriva, sin una iglesia madre.

Por muchos meses pasé cada šabbat en casa, pero finalmente me uní a una iglesia adventista donde iban mi hermano y cuñada. Pero nunca me sentía como en casa, y tenía que esforzarme para despertarme cada šabbat por la mañana. Estaba desalentada porque nunca llegaría a obtener el carácter perfecto de Jesucristo, lo que se suponía que debía alcanzar, según Ellen White, antes de la venida de Jesús. De hecho, varias veces había dicho a mis amigos que pensaba que tendría que morir un šabbat en la iglesia para ir al cielo.

Aventurarme a salir

Mientras tanto, Nicole había sido bautizada en una iglesia cristiana sin denominación llamado Oak Hills Church, se había casado con un hombre cristiano maravilloso, y tuvieron una hija. De vez en cuando permitieron que llevara a mi nieta de un año de edad, Brielle, a la escuela sabataria y a los servicios. Así, pensaba yo, ella tendría acceso a «la verdad», y si su mamá no se la presentaba, yo lo haría.

Es más, hice algunos comentarios a Nicole de que necesitaba encontrar una iglesia que observaba el šabbat si quería ser salva. Puede que Oak Hills sea una buena iglesia, pero no era la iglesia «auténtica». O, ¡cuánto resentía mis comentarios!

«Me encanta mi iglesia», respondía. Puesto que ella había visitado mi iglesia algunas veces por amor a mí, yo también fui a la iglesia de ella unas veces. (No se lo dije, ¡pero me encantaba su iglesia también! Podía sentir la presencia del Espíritu Santo allí.) Una vez, tuve el valor de acercarme al pastor Max Lucado para darle una copia de Ten Commandments, Twice Removed, por Danny Shelton y Shelly Quinn. Nicole casi se murió de vergüenza. Varias veces y con amabilidad, Max trató de rehusar mi regalo, pero finalmente aceptó el libro.

En julio de 2012, pidieron que fuera directora de alabanza en mi iglesia adventista. Mi tarea consistía en encontrar a alguien que dirigiera el servicio de adoración el cuarto šabbat de cada mes y asegurar que el programa fuera fluido. Pedí a un joven adventista talentoso que dirigiera la alabanza, y él trajo su banda. El director principal de música le acompañaba con el piano, y la adoración a Dios fue maravillosa, pero solo para algunos miembros de la congregación. Varios otros individuos que estaban determinados a no estar «entretenidos» en la iglesia le presentaron quejas al pastor. La semana entrante, el pastor informó al comité de alabanza que ya no iban a permitir más que este joven dirigiera la alabanza. Para mí, este acontecimiento fue la gota que colmó el vaso. Sabía en mi corazón que no podía pertenecer a una organización que patrocinaba eventos evangélicos para atraer a miembros nuevos mientras escoltaba hasta la puerta de atrás a jóvenes preciosos. No estaba ofendida, enojada, ni vengativa, sino que la última brasa de mi alegría adventista había sido extinguida irrevocablemente. Escribí una carta a la secretaria de la iglesia informándola que no iba a regresar nunca a la iglesia. Esta vez, me encontré sin una religión.

Preparación para un cambio radical

Una semana después, el pastor adventista visitó a mi cuñada, Lidia, y a mí para explicarnos la enseñanza adventista sobre el sello de Dios. La iglesia «auténtica» de Dios, dijo, sería sellada con el Espíritu Santo, y los que observaban el šabbat serían sellados con un sello especial. Él apoyó su argumento con un versículo del Antiguo Testamento que dijo que el šabbat era «un señal» entre Dios y Su pueblo. Cuando mencionamos que «una señal» y «un sello» no eran la misma cosa, él dijo que las palabras eran intercambiables.

Un estudio rápido de palabras probó que el pastor estaba equivocado. Ahora Lidia y yo estábamos seguras de que no éramos adventistas, pero, ¿qué éramos? ¡No tenía idea de que Dios estaba a punto de cambiar mi vida radicalmente!

El 19 de octubre de 2012, Lidia tuvo unas novedades. Después de pasar toda la noche estudiando la palabra «sello» con el estudio bíblico en línea «eSword», descubrió que el sello de Dios no era el šabbat, en contradicción con la enseñanza adventista. En realidad, ¡no tenía nada que ver con el šabbat!

Inmediatamente, recordé el sermón sobre el nuevo pacto y la gracia que había oído hace varios años del anciano de NAF. Una luz pequeña empezó a titilar en el fondo de mi mente, ¿esa gracia, podría ser real? ¡Tenía que averiguar!

Investigué y la pequeña luz de esperanza se iluminó aún más. ¿Realmente era posible que fuera tan sencilla ser salva? Lidia descubrió el sitio web de Life Assurance Ministries, y allí encontramos el estudio en línea titulado «The Covenants» (Los pactos), escrito por Christopher Lee. Lo imprimí, y con la Biblia en la mano, lo leí y volví a leerlo. Resalté varias secciones del artículo. Luego, leí las cartas de Gálatas y Efesios un par de veces.

¡Me puse a llorar de alegría! ¡Sí! ¡Realmente es fácil ser salvo! ¡La gracia de Dios me había salvado! Jesucristo no era mi ejemplo, ¡sino mi Sustituto! Para mí, la frase «todo se ha cumplido» cobró su verdadero significado. El antiguo pacto ha terminado y el nuevo pacto ya está en vigor. Terminado significa TERMINADO, cumplido, finalizado, que no continúa. ¡Cuánto alabo a Dios porque vivo de este lado de la cruz!

Envié una carta a la Southwest Conference de la Iglesia Adventista del Séptimo Día para pedir que quitaran mi nombre de la membresía y de toda correspondencia futura. Por fin, se levantó mi carga y ¡nunca más quedé abrumada! Aun me sorprendió cuán fácil era deshacerme del manto adventista. Empecé a asistir a la Iglesia Oak Hills con Nicole y su familia cada sábado por la tarde. Los sermones me tocaron de una manera que ningún sermón de un púlpito adventista jamás lo había hecho, y me confortaba y animaba ver que los pastores son hombres humildes de Dios.

La Navidad y la Pascua ya tienen significados nuevos para mí. En vez de ser ocasiones que debía aguantar, ahora entiendo por qué los cristianos celebran el nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesús, y finalmente entiendo por qué necesito a un Salvador.

En enero 2013, escuché la serie de sermones de Chuck Swindoll titulada «The Grace Awakening» (Despertar de la gracia), y luego compré la serie en disco compacto, y dos de los libros acompañantes, uno para mí y otro para Lidia. La verdad asombrosa de la gracia de Dios ya estaba siendo plantada firmemente en mi corazón. A menudo, lloro con alegría cuando pienso en el sacrificio de Jesús. Cada vez que oigo una canción sobre la gracia de Dios, me inclino ante Él (aunque lo hago mentalmente) y le doy gracias por Su regalo indiscutiblemente generoso. «Amazing Grace (My Chains are Gone)» (Sublime Gracia, estoy libre de mis cadenas) es mi himno. Mi Dios, mi Salvador me ha rescatado; ya no siento que tengo que probar mi mérito a mi Salvador para obtener la vida eterna. ¡Aleluya y gloria a Dios para siempre!

 ¡Me puse a llorar de alegría! ¡Sí! ¡Realmente es fácil ser salvo! ¡La gracia de Dios me había salvado! Jesucristo no era mi ejemplo, ¡sino mi Sustituto! Para mí, la frase «todo se ha cumplido» cobró su verdadero significado.

Misericordias nuevas

La primavera de 2013, Nicole y yo fuimos al estudio bíblico para mujeres en la Iglesia Oak Hills y nuestra relación se hizo más sólida que nunca. Resulta que ella y sus compañeras de otros estudios bíblicos habían estado orando que yo fuera liberada de la iglesia adventista. La última semana del estudio, me invitaron a dar mi testimonio a las 175 asistentes, y mientras contemplaba los rostros de las mujeres allí, vi a Nicole llorando. No hay palabras para agradecer a Dios por mi hija.

Mi familia de origen ha tenido reacciones distintas a mi nueva vida. Mi padre, aunque estaba asombrado por mi decisión, para mi sorpresa, me apoyó mucho. Desde entonces, él ha fallecido, y sé que está en las manos de Dios. Mi madre todavía me instruye: «Joni, no debes ir de compras (o trabajar) el šabbat. Seis días trabajarás…». Ahora entiendo cómo Nicole se sentía cuando le decía la misma cosa. El contraste entre la enseñanza adventista de que el šabbat del séptimo día identifica a los que son salvos en los postreros días, y la enseñanza bíblica de que la fe en el Señor Jesús define a los salvos, no podría ser más grande. El šabbat (cuando alabamos a Dios) produce en el adventismo una religión motivada por las obras. Es Jesús (a quién alabamos) que hace que la salvación sea la obra auténtica de Dios.

Mi matrimonio es más feliz también, porque soy menos farisaica y «correcta». Ya no creo que tenga que ser «la sacerdotisa» de la casa, y mi respeto hacia mi esposo ha aumentado tremendamente. Después de 24 años de matrimonio, finalmente comprendo que Carl tiene una relación con Dios, y dirige a nuestra familia consecuentemente. Y eso es lo que importa. También estoy rezando que pronto mi hermana se abra a oír la alegría que he encontrado en Jesús.

El 10 de febrero de 2013, por la tercera, y la última vez, entré en las aguas de bautismo, pero esta vez en la Iglesia Oak Hills, no una iglesia adventista. Cuando subí del agua, ¡me sentía libre! ¡Y salva! ¡Y sentí alegría, ALEGRÍA indescriptible! El mundo me parecía más luminoso, las flores más bellas, y los colores de la naturaleza más vibrantes. Grité con agradecimiento y adoración a mi Salvador.

¡La alegría que una relación con Jesús trae es lo que me hizo falta durante 52 años! Me hice miembro de la Iglesia Oak Hills en abril de 2013, y es un placer servir a mi Señor. Le digo a la gente cuánto me encanta mi iglesia y la invito a visitar. De hecho, a menudo voy al internet los domingos por la mañana para volver a escuchar el sermón entero de nuevo después de asistir al servicio la tarde anterior. Es más, mi hermano y su familia también se han unido a la Iglesia Oak Hills, así que otra vez estamos juntos en la iglesia.

Cada trimestre cuando recibo la revista ¡Proclamación! por el correo, la leo de principio a fin, y le pregunto a Dios por qué me dejó titubear tanto con el adventismo. Pero recuerdo que Su tiempo es perfecto, y estoy satisfecha. ¡Él es fiel! Tengo el resto de mi vida en este mundo para hablar con otros sobre Jesús, y decirles cuánto Él los ama. No puedo dejar de hablar de Jesús a todos a quienes conozco. Y casi no puedo esperar conocerlo cara a cara.

Jesús dijo: «Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6). Cuando era adventista, pensaba que sabía todo sobre la doctrina y la profecía, y era miserable. Ahora conozco a Jesús, y estoy feliz. ¡Finalmente, lo amo! ¡Su gracia es asombrosa! ¡El Hijo me ha liberado!


Joni Schmidt vive en Boerne, Texas, con su esposo Carl. Tienen tres hijos y siete nietos y esperan un nieto más. El legado que ella quiere para sus nietos es que sepan con certeza que su «Mermer» (su apodo) ama a Jesús con todo su corazón.