Como pastor que estaba con algunos padres cuando murieron sus hijos, he orado para saber las palabras apropiadas y he Depositphotos12336372mbuscado un versículo de la Biblia satisfactorio.

Aunque Dios no nos ha dado un pasaje comprensivo para enfrentarnos con la muerte de un hijo, nos ha dado unos vistazos. Primero, tenemos el carácter de Dios, Él es consumadamente amoroso y misericordioso. Segundo, la compasión de Jesús por y su valor de los niños se destaca en pasajes como Mateo 18. Él trata a los niños como bendiciones y se deleita en ellos, a pesar de las quejas (Marcos 10:13-16). Tercero, la Biblia afirma que aun los infantes llevan pecado, y la salvación viene sólo por medio de la fe en Jesucristo. Al mismo tiempo, Dios es misericordioso con los que no pueden comprender y creer Su evangelio revelado (Véase Jn9:41; Ro 1:20; Deut 1:39; Is 7:16). Pero su seguridad sólo viene mediante la obra de Jesucristo a favor de ellos, no mediante su rectitud.

La perspectiva más directa viene de David. Cuando explica por qué dejó de llorar y ayunar cuando su bebé murió, gritó:

—¿Acaso puedo devolverle la vida? Yo iré adonde él está, aunque él ya no volverá a mí (2 Samuel 12:23).

Muchos de los que leen estas palabras han pensado que David estaba resignado, como si pensara: «Murió y no puedo devolverle la vida». Pero David sabía a dónde iría en el momento en que murió, a la casa del Señor, donde viviría para siempre (Sal 23:6), y en la presencia de Dios lleno de alegría (Sal 16:10-11). David está diciendo: «Mi hijo ha muerto pero estaré reunido con él».

Dios provee tanto para la vida prenatal del niño (Sal 139) como para su vida más allá de esta vida. Por Su muerte, El que dijo: «Dejen que los niños vengan a mí» (Mt 19:14) ha abierto la puerta y los ha recibido en el hogar de Su Padre (Jn 14:1-6).