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Es una cuestión de autoridad

Nací en una familia agnóstica y espiritualista. A pesar de nuestra ambivalencia sobre la existencia de Dios, sabía que el mundo espiritual era tan real como el mundo físico; sólo era intangible.

Me convertí al cristianismo a la edad de 17 años por medio del ministerio de Young Life. Mientras estudiaba con Young Life, reflexionaba en lo que me enseñaban, pero mis raíces agnósticas me hacían cuestionar todas las verdades que había aprendido. Estaba atraído a Jesús, pero simplemente no podía estar seguro. Un día, Jesús vino a mí mientras estaba sentado bajo un árbol, y me dijo que todo lo que había leído de Él en Su libro era la verdad. Solamente tenía que aceptarlo como mi Señor. Lo hice, y en ese momento, Jesús entró en mi corazón y me llenó con Su Espíritu Santo; y nunca me ha dejado.

Yo era completamente nuevo espiritualmente, pero doctrinalmente era completamente ignorante y no estaba preparado para lo que estaba a punto de ocurrir.

Cinco sectas en dos meses

Dentro de dos meses me contactaron cinco grupos; jamás había oído los nombres de las organizaciones. De pronto me encontré estudiando con los Testigos de Jehová, usando su traducción de la Biblia, la New World Translation. Al mismo tiempo, estaba estudiando el Libro de Mormón y aprendiendo cómo el evangelio había sido devuelto a la tierra por medio del profeta Joseph Smith. Además, estudiaba el libro Jesus Christ is Not God!, escrito por Victor Paul Wierwille, fundador de The Way International. Concurrentemente, estaba leyendo Mo Letters, la obra pornográfica de los Children of God, y The Bhagavad-Gita As It is, en mi intento de aprender el mensaje de Krishna. Los prosélitos de Hare Krishna me explicaron que su mensaje era parecido a lo que Jesús había enseñado.

Dentro de los dos meses, luego de aceptar a Jesucristo, pasé de ser un cristiano ardiente a un desastre ardiente. En mi ignorancia, pensaba que todos estos grupos estaban ayudándome en mi nueva relación con Jesucristo.

Mientras tanto, conocí a una joven y empezamos a estudiar el Libro de Mormón, versículo por versículo. Muy pronto, empecé a asistir a la iglesia bautista los domingos por la mañana y al salón de los Santos de los Últimos Días por la tarde. Mantuve esta locura del sincretismo teológico por dos años, pero no sabía exactamente lo que estaba estudiando hasta que Dios orquestara una intervención.

Una mañana, mi maestro de la escuela dominical de la iglesia bautista me preguntó si había oído de Walter Martin; no había oído de él. Esa mañana, el maestro me prestó unos casetes sobre el mormonismo, y lo que escuché me impactó.

Fui a mi amiga y le dije:

—¡Crees en más de un Dios!

Ella respondió inmediatamente:

—¡No es cierto! ¡No sé a quién estás escuchando pero no es cierto!

Me quedé estupefacto. ¿En quién confías cuando parece que no hay nadie confiable?

Unos días después, ella vino y me dijo:

—Te debo una disculpa. Tienes razón; creemos en más de un Dios. Le pregunté a mi padre y me lo explicó.

La autoridad

Su cambio repentino de creencia con respecto a Dios me impactó. Ella misma no había estudiado la materia fundamental. Consultó con su figura de autoridad, una persona en que confiaba implícitamente. Cuando su padre le enseñó algo que no había creído antes, aceptó esta información nueva porque vino de su figura de autoridad.

Como resultado de este intercambio sorprendente, dos cosas ocurrieron. Primero, empecé a desconfiar totalmente de las opiniones de otros con respecto a las cosas religiosas, hasta que yo mismo hubiera corroborado la fuente o el texto. Segundo, mientras leía y escuchaba a Walter Martin, estudiaba grandes cantidades de los textos o las fuentes que él citaba. Cuando leía sus fuentes, empecé a confiar en él como figura de autoridad.

Mi confianza en Walter Martin formó mi reacción unos años después cuando una mujer adventista entró en la casa de mi mamá como cuidadora de un familiar mío. Con mi español deficiente así como su inglés, logramos entendernos; luego, le pedí que saliera conmigo para una excursión a San Francisco. Fuimos a las iglesias de cada uno. Me impresionaba mucho la pasión de los adventistas, y me invitaron a ir al próximo seminario Revelation.

El engaño era algo absolutamente lejano. «La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho…» (Gn 3:1a).

Estaba impresionado con el presentador; contestó todas las preguntas directamente de la Biblia. De hecho, estaba tan impresionado que después del compromiso de Norma y yo, me uní a la iglesia adventista porque creía que una familia debía ir a la iglesia junta. Me sentía completamente seguro de que estaba tomando una buena decisión; después de todo, Walter Martin había investigado los adventistas y declarado públicamente que era una iglesia cristiana evangélica y que no se debía tratarla como las numerosas sectas que él había investigado.

Muy pronto, mi confianza en Walter Martin me llevaría a mi propia ruina.

Walter Martin había investigado los adventistas y declarado públicamente que era una iglesia cristiana evangélica y que no se debía tratarla como las numerosas sectas que él había investigado. Muy pronto, mi confianza en Walter Martin me llevaría a mi propia ruina.

Descubriendo la verdad del adventismo

En 1987, mi esposa y yo nos mudamos de Silicon Valley en California a Nuevo México. Allí fue donde finalmente recibí mi primera lección de la verdad del adventismo. Le había dicho a Norma que una buena iglesia bautista del séptimo día estaba colocada cerca de nuestra casa, pero ella se negó a pensar en asistir. Esta negativa era el primer indicio significativo de que mi matrimonio estaba basado en algo más que Jesucristo y nuestro amor mutuo.

La primera iglesia adventista donde asistía en Nuevo México empezó a abrir mis ojos. La lección de la escuela sabataria se trataba del Día de Expiación en Levítico 16, pero yo estaba desconcertado porque me parecía que todos los individuos en la clase estaban aterrorizados.

Después de escuchar una letanía desesperada de preocupación y temor, intervine y dije:

—Primero Juan 2:1 dice: «Mis queridos hijos, les escribo estas cosas para que no pequen. Pero si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo».

La reacción inmediata era un ataque:

—Ésta era la verdad durante el tiempo de Juan, pero hoy en día tenemos la verdad presente. Debemos prepararnos para presentarnos ante Dios sin Jesús como nuestro mediador.

El anciano que estaba enseñando la clase quedó sentado, mirando a los alumnos mientras me atacaban, algo como el episodio bíblico de Saúl observando el apedreamiento de Esteban; y mi asombro se convirtió en ira.

Sin embargo, estaba comprometido a adorar a Dios con mi esposa, y todavía creía que Walter Martin no pudo haberse equivocado. Por consiguiente, a pesar de mi confusión al aprender la verdad de lo que los adventistas creían, finalmente nos pusimos de acuerdo en ir a la iglesia adventista Albuquerque Central, y por diez años estuve muy activo allí. Durante ese tiempo, permití ser adoctrinado.

Después de diez años, volvimos a California y deseaba encontrar una iglesia adventista evangélica, algo que no podía encontrar en Albuquerque. Finalmente nos instalamos en La Sierra University Church, y mientras escuchaba las lecciones de la escuela sabataria y los sermones semanales, me di cuenta de que estaba oyendo las mismas cosas que había oído en Nuevo México, pero ahora estaban vestidas en palabras más bonitas. Me deprimía.

Busqué un sitio web con las enseñanzas de Walter Martin y encontré uno, pero él no había dicho nada nuevo o diferente sobre el adventismo.

Dentro de unos meses, respondí a un Desafío Bíblico por internet. Durante los próximos meses, leía solamente el Nuevo Testamento: Mateo, Juan, Hechos y las epístolas. De hecho, tomaba varias semanas para leer Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses repetidamente. Me quedé estupefacto. Era como si nunca antes hubiese leído estos libros; pero no leí el Apocalipsis. Sentía nausea simplemente cuando contemplaba ese libro; los efectos de la escatología adventista habían quitado completamente mi interés en el Apocalipsis.

Sin embargo, las verdades profundas del nuevo pacto empezaron a penetrar mi mente y corazón adventistas. Empecé a identificarme con 2 Corintios 3:15: «Hasta el día de hoy, siempre que leen a Moisés, un velo les cubre el corazón». Me di cuenta de que había tenido un velo espiritual y literal sobre mi corazón.

La comprensión

Estaba desesperado por obtener respuestas y comencé a buscarlas en línea. Pronto encontré el sitio web del Former Adventist Fellowship y el de la iglesia Trinity. Un día, deprimido y casi desmoralizado, subí a mi coche y fui hacia Redlands sin un destino consciente. Mientras Dios dirigía mi coche hacia el estacionamiento de la iglesia Trinity, me di cuenta dónde estaba.

Entré en la iglesia y pregunté por un pastor. Dentro de unos minutos, la recepcionista volvió con el pastor principal, Gary Inrig, quien me invitó a su oficina.

Hablamos una hora antes de orar. Una cosa que me dijo me sorprendió:

—Podemos agradar a Dios por las herejías. Cada vez que una herejía ha aparecido en la iglesia cristiana, la gente de Dios se ha levantado y defendido la fe, proclamando las verdades contenidas en la palabra de Dios.

Antes de mi salida, Gary me introdujo a Kurt, un ex adventista que trabajaba con la iglesia y hablamos y oramos. Me llevó a la oficina central y de casualidad, en ese mismo momento, entró otro hombre llamado Richard Tinker haciendo un trámite. Kurt nos presentó y Richard me invitó a su casa el viernes de la Nochevieja de 1999. Era mi primera Nochevieja con otros ex adventistas, y la primera vez que había celebrado el año nuevo con la Santa Cena y la oración.

Empecé a asistir al estudio bíblico del Former Adventist Fellowship los viernes y a la iglesia Trinity los domingos, y mi matrimonio empezó a desmoronarse. Mi esposa dijo que yo tenía la marca de la bestia y proclamó, en privado y en la presencia de uno de los pastores adventistas, que yo estaba adorando a Satanás. Durante los tres meses siguientes, la tensión en la casa aumentó, y finalmente mi hogar llegó a ser tan inestable que dejé de ir a la iglesia Trinity. Fui recompensado en mi vida en que las cosas volvieron a la normalidad por un tiempo.

Pero ya no era lo mismo. En la iglesia Trinity, estaba oyendo el mismo evangelio, reconociendo al mismo Espíritu Santo, y teniendo comunión con el mismo Jesús con el que me había enamorado desde hace 25 años; ahora era insaciable. Regresé al estudio bíblico y a la iglesia los domingos, pero en ese entonces, también iba a la iglesia adventista con mi esposa. Pero este compromiso no funcionaba; mi matrimonio fracasó.

Durante esa misma época, alguien me dio un video de la serie de cinco partes del John Ankerberg Show, «¿Quién está diciendo la verdad sobre el Adventismo del Séptimo Día?», lo que se transmitió en 1985. En esta serie de programas, Walter Martin, mi héroe de la apologética cristiana, apareció con William Johnsson, quien era entonces redactor del Adventist Review. Lo que oí me asombró.

En el segundo programa, Martin se refirió a las 27 Creencias Fundamentales de los Adventistas del Séptimo Día cuando le dijo a Johnsson:

—No me importa lo que la declaración de fe que tienes en la mano dice si la práctica no coincide.

En el quinto programa, Ankerberg preguntó:

—¿Qué tendría que cambiar, Walter, para denominarlos una secta? Y si damos el paso siguiente, ¿no parecería que va en esa dirección?

Martin respondió:

—Creo que van [en esa dirección] a causa de su punto de vista sobre la señora White, lo que no está cambiando, ni nunca ha cambiado; me estremece pensar en eso….

Luego añadió Martin:

—Ellos [los evangélicos y los fundamentalistas] van a re-evaluarlo y a decir que «… nunca hubo ningún cambio y que no le han dicho la verdad, que no han dicho la verdad a Barnhouse, y que usted fue engañado y tiene que dejar las cosas claras».

Finalmente, Martin concluyó:

—Temo que si mantienen este ritmo de progreso, de ninguna manera podrán evitar que el Adventismo del Séptimo Día sea reclasificado como una secta.

Estaba conmocionado y abrumado. Su reconocimiento de la posibilidad de que podrían haberse equivocado, que el adventismo demostraba realmente ser una secta en vez de una denominación cristiana, salió de la boca del hombre que había quitado la etiqueta «secta» de la iglesia adventista en los años 1950.

Walter Martin había sido mi autoridad de confianza. Era el experto sobre la apologética cristiana y las sectas, pero había estado equivocado sobre el adventismo. Cuando se reunió con adventistas en 1955 y 1956 para averiguar exactamente lo que los adventistas creían, había hablado inadvertidamente con la bestia más sutil de todas las bestias del campo y fue engañado.

Me di cuenta de que por haber confiado en Martin en lugar de hacer yo mismo la comparación entre el adventismo y la Biblia, había permitido que me sedujera un evangelio falso que robó mi alegría en Jesús por más de 15 años.

Mi membresía en la iglesia adventista terminó en el 2003, y me uní a la iglesia Trinity en enero del 2007. Ahora mi membresía en la iglesia ya no es mi identidad. Hoy en día, tengo sólo una etiqueta: cristiano. Ahora sólo confío en Jesucristo y Su palabra escrita y verbalmente inspirada.

Estaba ciego pero ahora veo. Permanezco en la Roca, y no seré movido.


Stephen Pitcher

 

Stephen Pitcher se convirtió al cristianismo a los 17 años, gracias al ministerio de Young Life, y fue bautizado en una iglesia bautista. Más tarde, se convirtió al adventismo y se separó de la denominación después de 18 años. Actualmente, asiste a la iglesia Trinity Evangelical Free en Redlands, California, donde es miembro. Continúa con un estudio de 37 años de las sectas, las religiones mundiales, y el ocultismo, desde su casa en Yucaipa, California.